Política de Dios, gobierno de Cristo: 225

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Política de Dios, gobierno de Cristo Francisco de Quevedo



¿Cómo dejarán los monarcas de la tierra de pedir el de los súbditos, que les dio el gran Dios con este ejemplo, no para hacerlos merced, sino para deshacerlos? Viene Dios a tomar de su criatura carne humana, para endiosarla, y que sea la que se la da Madre del mismo Dios, y aguarda a que su criatura diga que se haga su voluntad; y los señores de la tierra ¿de sus pueblos tomarán a su pesar lo que han menester para vivir? Todo se debe a la justa y forzosa necesidad de la república y del príncipe; mas para que el servicio sea socorro y no despojo, no basta que el monarca pida lo que ha menester, sino que oiga del vasallo lo que puede dar. Tasan mal estas cosas los que aconsejan que se pidan, y luego las ejecutan; porque con tales ejecuciones socorren antes su ambición y codicia, que al reino ni al rey. Señor, de todos los caudales que componen la riqueza de los príncipes, sólo el de los vasallos es manantial, y perpetuo: quien los acaba, antes agota el caudal del señor, que le junta. El Espíritu Santo dice «que la riqueza del rey está en la multitud del pueblo». No es pueblo, muy poderoso Señor, el que yace en rematada pobreza: es carga, es peligro, es amenaza; porque la multitud hambrienta ni sabe temer, ni tiene qué; y aquél que los quita cuanto adquirieron de oro y plata y hacienda, los deja la voz para el grito, los ojos para el llanto, el puñal y las armas. Para tomar Dios de su criatura un vestido humano, que eso fue el cuerpo, envía un ángel que se lo pida y que aguarde su respuesta, que satisfaga a las dificultades que se le ofrecieren; como fue decir la Virgen: «¿Cómo se obrará esto?, porque no conozco varón»; y que la asegure turbada. El texto dice: «La cual, como lo oyese, se turbó.» No pueden los reyes enviar ángeles por ministros; mas pueden y deben enviar hombres que imiten al ángel en aguardar la respuesta, en quitar la turbación y el miedo: no hombres que imiten al demonio en no oír, en dar horror, y turbación y miedo. Si de lo mucho que se pidiese se da lo poco que se puede, es dádiva fecunda que luce y aprovecha. Y al vasallo le sucede lo que a la vid, que quitándole la poda lo superfluo, se fertiliza; y si la arrancan, lleva mucho más, mas la destruyen para siempre.


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