La diferencia del gobierno de Cristo al gobierno del hombre
Mucha es la diferencia en este capítulo, y pocas las palabras. Cristo la pone en estas pocas, cuando dice «Petite, et accipietis: Buscad y hallaréis; llamad, y abriros han; pedid, y recibiréis».
Satanás, gobernador de la tiranía del mundo, ordena al revés estas cosas en los príncipes de las tinieblas de este mundo: Buscad, dice, y hallaréis vuestra perdición; quien os robe, quien os engañe. No logra otra cosa la solicitud del mundo, porque buscan lo que se había de huir. Declárase Cristo, cuando dice: «Buscad primero el reino de Dios»; y aquí en estas repúblicas enfermas lo primero se busca el reino de Satanás.
«Llamad, y abriros han».
No habla esto con las puertas de los malos ministros, ni con las de aquellas audiencias donde tiene nombre de portero el estorbo de los méritos y el arcaduz de los mañosos. En el reino de Cristo se llama a las puertas, sin haber más costosa diligencia. En estas puertas que el cerrarlas es codicia y el abrirlas interés, la llave es el presente y la dádiva. Dice Satanás, oponiendo su gobierno al de Cristo: Derramad, y hallaréis; comprad, y abriros han. ¡Oh gobierno infernal! ¡Oh puertas peor acondicionadas que las del infierno!, pues ellas se abrieron a la voz de Cristo, y en vosotras cada ruego, cada palabra es un candado más y un cerrojo; cada presente una ganzúa, y cada promesa una llave maestra. Velas de par en par el rico y el introducido y a piedra lodo el benemérito que las ha menester.
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