Política de Dios, gobierno de Cristo: 088

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Política de Dios, gobierno de Cristo Francisco de Quevedo



La majestad del rey consiste en estas piadosas demostraciones; porque, bien visto, el pobre y desamparado ha de buscar al rey, y el rey ha de buscar al benemérito; y si los ministros le escondieren el uno y le despidieren los otros, su oficio es llamar a aquéllos y reprender y castigar a éstos. ¿Por qué no parecerá bien, cuando un gran monarca va cercado de armas (en que sólo está el ruido, no la majestad de su persona) y el soldado aparta la viuda y el huérfano, llamarlos él y traerlos a sí, considerando que los menesterosos son la verdadera guarda suya y su más honrado acompañamiento; y la pompa, que no es vana y es preciosa para hablar a los reyes, sólo ha de ser la necesidad y el trabajo?
El rey es persona pública; su corona son las necesidades de su reino: el reinar no es entretenimiento, sino tarea; mal rey el que goza sus estados, y bueno el que los sirve. Rey que se esconde a las quejas y que tiene porteros para los agraviados y no para quien los agravia, ése retírase de su oficio y obligación, y cree que los ojos de Dios no entran en su retiramiento, y está de par en par a la perdición y al castigo del Señor, de quien no quiere aprender a ser rey.
No hay otro oficio en palacio que medre dando, sino el de las audiencias, y por eso quiere más cuidado en todo.


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