No descuidarse el rey con sus ministros es doctrina de Cristo, verdadero Rey
La voz de la adulación, que con tiranía reina en los oídos de los príncipes, esforzada en su inadvertencia, suele halagarlos con decir que bien pueden echarse a dormir (quiere decir, descuidarse) con los ministros. Éste es engaño, no consejo.
Cristo enseñó lo contrario, pues en lugar de echarse a dormir confiado en los suyos, en los mayores negocios a que los llevó se durmieron, y él velaba. La noche de la cena, Juan el amado se duerme sobre el pecho de Cristo, no Cristo en el de Juan. Pero adviértase que fue para que descansase en quien no tenía descanso por el hombre. El rey ha de velar para que duerman todos, y ha de ser centinela del sueño de los que le obedecen.
Tres grandes negocios trató Cristo, en que llevó a Pedro, Jacobo y Juan; y el último le trató con todos. Fue el primero de gloria en el Tabor cuando se trasfiguró. «Pedro y los demás que con él estaban dormían sueño pesado.» En la oración del huerto los despertó más de una vez. En la cena, como he referido, Juan se duerme. En el prendimiento, yendo ya en poder de los ministros, lo que advirtió no fue por su tratamiento ni por su inocencia, sólo habló por sus discípulos: «Dejad ir a éstos.» Díjolo, no porque no quería que padeciesen, que ya había mandado que tomase cada uno su cruz y le siguiese; y a Diego y a Juan que beberían su cáliz, que es morir. Mas esto del padecer quiere que sea cuando en su ausencia y en su lugar gobiernen: ahora son súbditos, padezca el Maestro y la cabeza. Cuando temporalmente le sucedieren y cada uno asista al gobierno de su provincia, entonces quien aquí siendo ovejas les desvía la mala palabra, el empellón, la cuerda y la cárcel, les enviará como a pastores y prelados el cuchillo, el fuego, las piedras, la cruz y los azotes, y los pondrá en el albedrío de los tiranos.
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