Castigar a los ministros malos públicamente, es dar ejemplo a imitación de Cristo; y consentirlos es dar escándalo a imitación de Satanás, y es introducción para vivir sin temor
Cristo nuestro señor en público castigó y reprendió a sus ministros: no siguió la materia de estado que tienen hoy los príncipes, persuadidos de los ministros propios, que les aconsejan que es desautoridad del tribunal y del rey, y escándalo castigar públicamente al ministro, aunque él haya despreciado en sus delitos la publicidad que apoya y autoriza y defiende para su castigo. Judas era ministro de Cristo, apóstol escogido, en cuyo poder estaba la hacienda; y con todas estas prerrogativas y dignidades permitió que muriese ahorcado públicamente, sin moderar la nota de la muerte por respeto de su compañía. Ni obstó a la conveniencia del castigo público haber lavádole los pies, comulgádole (si bien hay opiniones en esto), y comido en un plato. Si la horca fuera sólo para las personas y no para los delitos, no tuvieran otro fin los pobres y desvalidos, ni fuera castigo, sino desdicha. Entre doce ministros de Cristo, aquel cuyo ministerio tocó en la hacienda, fue hijo de perdición, y murió ahorcado.
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