Poetas bucólicos griegos/Idilios de Teócrito/I

Nota: Se respeta la ortografía original de la época

IDILIO I.


TÍRSIS Ó LA CANCION.



ARGUMENTO.

En este Idilio, de forma dramática, se introducen dos pastores, Tírsis y un Cabrero, cuyo nombre no se especifica; la persona del poeta no aparece. En el trascurso del diálogo Tírsis narra en una cancion la desgraciada muerte de Dáfnis, y al terminar recibe en premio una cabra y un precioso vaso pastoril. La escena pasa en Sicilia. Virgilio, en la Egloga décima principalmente, y el Obispo Valbuena en la primera, han imitado varios pasajes de esta composicion.

TÍRSIS, CABRERO.

¡Cuán dulce es el susurro de este pino[1]
Que junto al claro manantial resuena!
¡Cuán dulce de tu avena
Es, oh Cabrero, el modulado trino!

Despues de Pan divino[2]
Tendrás el mayor premio. Si un carnero
Acepta vuestro Dios, será tu prenda
Una fecunda cabra; y si en ofrenda
Él recibe una cabra, entónces quiero
Donarte una cabrita:
Que su carne, primero
Que la hayan ordeñado, es exquisita.

Es ¡oh Pastor! tu cántico más blando
Que las sonoras linfas
Que de alta peña bajan murmurando.
Si las Piérias Ninfas 5
En regalo una oveja recibieren,
Te ofreceré sencillo
Nevado corderillo
Que el seno de la madre aún no deja:
Si el cordero prefieren,
En recompensa aceptarás la oveja.

¿No quieres (por las Ninfas te lo pido)
No quieres ¡oh Cabrero!
En la falda sentarte de este otero
Entre los tamarices; y al sonido
De tu zampona principiar un canto?
Yo tus cabritas paceré entretanto.

No puedo, no, Pastor. No es permitido
A nosotros tañer á medio dia
La flauta; porque Pan hácia la siesta
A reposar se acuesta
Cansado de su larga cacería.
Su cólera tememos; que es terrible
Cuando la ira lo embarga,
Y tiene en la nariz bílis amarga.
Mas tú (que el fin sensible
¡Oh Tírsis! y el amor infortunado
De Dáfnis[3] bien conoces, y has llegado
De los metros bucólicos al colmo)
Acércate gentil; bajo aquel olmo
Siéntate complaciente,
Y canta de las Náyades[4] divinas
Y de Priapo[5] enfrente:
Allí un rústico banco, allí hay encinas.
Y si tan suavemente modulares
Como aquella ocasion, que al Africano
Crómis audaz vencieron tus cantares,
Tres veces ordeñar podrá tu mano
Una cabra que tengo con dos hijas,
Y que, aunque dos cabritas amamanta,
Le sobra leche tanta
Que llena cada dia dos vasijas.
Tambien un vaso nuevo quiero darte
De reluciente cera barnizado;
Profundo, de asa doble, con mucha arte

Há poco cincelado,
Tanto, que aún le dura
El olor de la fresca entalladura.
Hiedra de parte á parte
Circunda el labio, hiedra entrelazada
Con la preciosa flor de maravilla;
Y una parra, de púrpura esmaltada,
Serpea más abajo por la orilla.
Adentro una mujer, divina hechura,
Esculpida se mira; en torno al cuello
Graciosa red encierra su cabello;
Flotan al aire manto y vestidura.
A diestra y á siniestra
Hay dos elegantísimos varones
Disputando con ásperas razones.
Indiferencia muestra
Ella, y ya al uno sonriendo mira,
Ya vuelta al otro plácida suspira;
Y en vano de los jóvenes los ojos
Brillan de amor, de celos y de enojos.
Bien esculpida cerca se divisa
Una escarpada roca:
Sobre ella un viejo pescador coloca
Su red á toda prisa,
Y en actitud parece
De lanzarla á la mar: la efigie ofrece
Gran perfeccion; y de su cuerpo todo
Dirias. que los músculos emplea
Para pescar; se le hinchan de tal modo
Las venas del pescuezo, aunque ya sea
De rostro ajado y cano.

¡Vigor de juventud tiene el anciano!
Del viejo pescador no á gran distancia
Una viña se observa (¡rico entalle!)
De racimos cargada en abundancia.
Tras de las espinosas
Cercas la guarda un niño: dos raposas
Giran en torno; va de calle en calle
Comiendo uva madura
La una. Junto á la cesta
Acecha la otra y á robar se apresta,
Y no apartarse jura
Sin haber hecho el postrimer esfuerzo
Para dejar al niño sin almuerzo.
En tanto el mozalvete cabizbajo
De espigas y de juncos entreteje
Vistosa trampa de coger cigarras,[6]
Y atento á su trabajo,
No le importa la cesta ni las parras,
Ni que la zorra sin comer lo deje.
El vaso en fin circunda
¡Eólico portento!
De suave acanto artística corona.
El corazon se inunda
Al verlo de estupor y de contento.
Lo trajo en un bajel de Calidona[7]
Un marinero; y díle en recompensa
A más de un bello queso (enorme disco
De blanca leche densa)
La cabra más hermosa de mi aprisco.
El rico vaso áun no tocó mi labio:
Intacto lo conservo

Sin el menor resabio,
Y para tí gustoso lo reservo
Si repetirme quieres
El himno melodioso que te pido.
Canta, amigo querido,
Que no te envidio. ¿Ó á Pluton prefieres
Reservarlo en el reino del olvido?

¡Musas del alma mia!
Empezad una agreste melodía.


A Tirsis el del Etna veis delante
Y esta de Tirsis es la voz sonante.


¡Oh Ninfas! ¿Qué collado,
Qué bosque ó verde prado,
Qué valle os escondia,
Cuando el pastor más lindo,
Cuando Dáfnis de amor triste moria?
¿En el risueño Pindo
Morabais por acaso,
O en las amenas selvas del Parnaso?[8]
¡Ah! No la gran corriente
De Anapo os albergaba
Ni de Acis el torrente;
Ni vuestra planta erraba
Del Mongibelo entre la ardiente lava.


¡Musas del alma mia!
Empezad una agreste melodía.


Los lobos y los linces doloridos
Con lúgubres aullidos
Vinieron á llorar á Dáfnis muerto:
Y áun el leon furioso
Que habita el bosque umbroso
Uniria sus lágrimas de cierto.
¡Musas del alma mia!
Empezad una agreste melodía.
¡Cuántas vacas y cuántas
Terneras á sus plantas
Vinieron á verter amargo lloro!
No hubo becerro ó toro
Que á su dolor extraño
Permaneciera mudo en el rebaño.
¡Musas del alma mia!
Empezad una agreste melodía.
Mercurio fué el primero
Que del monte bajó. Con lastimero
Acento, «Dáfnis (dijo),
¡Oh Dáfnis, mi buen hijo!
¿Quién así te desgarra carnicero?
Díme: quién es la dama
Cuyo funesto amor así te inflama?>>
¡Musas del alma mia!
Empezad una agreste melodía.

Vinieron los vaqueros,
Vinieron los pastores y cabreros
Pidiendo todos de su mal noticias.
Vino Priapo y dijo: «¡Dáfnis triste!
¿Por qué así te consumes? La doncella
Que fuera tus delicias,
Por las fuentes y selvas que con ella
Un tiempo recorriste
Con pié veloz siguiendo va tu huella.
(¡Musas del alma mia!
Empezad una agreste melodía.)
>>¡Enamorado ciego!
¡Cuál te devora incomprensible fuego!
Por zagal en amores moderado
Antes eras tenido.
¿Cómo es que en amador desenfrenado
De súbito te miro convertido?
¡Ay! ¿Quién tu corazon ha corrompido?"
(¡Musas del alma mia!
Empezad una agreste melodía.)
»Si una zagala miras,
Luego de amor suspiras,
Y si en festiva danza
Se reunen las vírgenes de tarde,
Tu pecho férvido arde
De acudir á bailar con la esperanza;
Y porque no se cumple tu deseo,[9]

¡Pobre de tí! languidecer te veo.>>
No dió el zagal respuesta;
Mas su pasion funesta
Continuó fomentando
Y de su vida el fin acelerando.
¡Musas del alma mia!
Empezad una agreste melodía.
Acudió la postrera
Sonriendo la Diosa de Citera.
(En su alma sonreía
Y aparentaba fuera
Grave dolor y llanto de agonía)
Y dijo: «¡Triste Dáfnis! Te gloriabas
De triunfar del flechador Cupido.
¿Cómo de Amor vencido
Hoy en el polvo tú la frente clavas?>>
¡Musas del alma mia!
Empezad una agreste melodía.
Dáfnis le replicó? «¡Vénus tirana,"
Vénus odiosa, Vénus inhumana!
¿Conque anunciarme quiere
Tu voz que ya se puso
Para Dáfnis el Sol? Bien; no rehuso
Cumplir con mi destino. Dáfnis muere,
Pero hasta en el Infierno
Dáfnis será de Amor tormento eterno.[10]

(¡Musas del alma mia!
Empezad una agreste melodía.)
>>Márchate al monte de Ida, donde es fama
Que á Vénus el pastor... A Anquíses llama:
Hay encinas allí grandes y añejas;
Aquí tan sólo pobres matorrales,
Y suaves las abejas
Susurran en redor de los panales.
(¡Musas del alma mia!
Empezad una agreste melodía.)
>>¡Qué! ¿Ya no te enamora
De Adónis la belleza?
Allí su grey apacentando mora;
Corre por la maleza
Las liebres persiguiendo
Y lazos á las fieras va tendiendo.
(¡Musas del alma mia!
Empezad una agreste melodía.)
»>Preséntate, si puedes,
Otra vez á luchar con Diomedes, ¹2
Y dile: El brazo mio
Venció por fin á Dáfnis el mancebo
Que ovejas custodiaba; ven de nuevo
Conmigo á combatir: te desafio.

(¡Musas del alma mia!
Empezad una agreste melodía.)
>>¡Lobos, linces, adios! ¡Oh de la selva
Habitadores, osos! El postrero
Adios os dice Dáfnis el vaquero.
Que con vosotros vuelva
Entre los bosques á habitar sombríos
El hado inexorable me rehusa.
¡Adios, fuente Aretusa! 15
¡Adios, vosotros, caudalosos rios,
Que de Tímbride" bello al seno blando
Llevais vuestra corriente murmurando!
(¡Musas del alma mia!
Empezad una agreste melodía.)
>>Aquel Dáfnis soy yo que sus terneras
Aquí pacer solia.
El Dáfnis que traía
Sus vacas á beber á estas riberas.
(¡Musas del alma mia!
Empezad una agreste melodía.)[11]
>>¡Oh Pan, oh Pan! Ya habites este instante
La cumbre del Liceo, 15 ya el gigante
Ménalo monte recorriendo vayas,
Ven de Sicilia á las remotas playas.
Deja de Hélice el cabo: el monumento

Deja de Licaónides grandioso;
Sepulcro glorioso
Para los mismos Númenes portento.
(¡Musas del alma mia!
Ya terminad la agreste melodía.)
» Ven ¡oh Rey y Señor! Tomar se digne ¹
Tu mano bondadosa
Esta zampoña armónica y vistosa
De cera sin igual trabajo insigne.
Ya no es al canto nueva,
Mis labios bien conoce:
Tómala ¡oh Pan! yo siento que veloce
Al Reino de Pluton Amor me lleva.
(¡Musas del alma mia!
Ya terminad la agreste melodía.)
»De las espinas nardos
Y de las zarzas violas;
De los punzantes cardos
Nazcan las amapolas:
Del enebro coposo
El narciso germine primoroso.
Todo se trueque el mundo en el momento
Que exhale Dáfnis el postrer aliento:
Peras produzca el pino;
Coja al lebrel el ciervo;
Del ruiseñor el trino
Supere el buho y el graznante cuervo.>>

¡Musas del alma mia!
Ya terminad la agreste melodía.
Ya más decir no pudo
El zagal, de la muerte al golpe rudo.
Depuesta su fiereza
Llegó Ciprina con amante mano
A sostener. su lánguida cabeza.
Mas ¡ay! socorro vano,
Esfuerzo bien tardío.
Estambre no restábale á la Parca: ¹7
Voló á la negra barca
Y cruzó Dáfnis el funesto rio.
Sus ondas bramadoras
Por siempre arrebataron al mancebo
Grato á las Hijas del amable Febo,
Del Pindo habitadoras,
Y á las Ninfas tampoco indiferente
Que moran en cada árbol, rio y fuente.
¡Musas del alma mia!
Ya terminad la agreste melodia.
Amigo, ve cumplida mi palabra.
Dame á ordeñar la cabra,
Y entrégame mi vaso
Para brindar con néctar delicioso
Por las sagradas Ninfas del Parnaso.
¡Adios, oh Musas bellas!
Un cantar os reservo más sabroso[12]

Para otra vez, si place á las estrellas.

¡Ojalá que tu boca regalada
Bañar en miel pudiera refinada!
¡Ojalá que á tus labios de corales
Llevar me fuera dado cien panales!
Que venga tu apetito
A saciar mereces
Siempre aquel higo de Égilo ¹8 exquisito.[13]
¡Cantas mejor que el ruiseñor ¹9 mil veces!
Tu vaso, amigo, toma.
Mira cuán bello; vé qué suave aroma
Exhala perfumado:
Parece que lavado
Fué de las Horas 20 en la dulce fuente.
Acércate, Ciseta21 encantadora.-
Ordéñala tú ahora
¡Oh Tírsis! suavemente.-
Vosotras, paced juntas entretanto,
Cabritas; no os infunda el lobo espanto


  1.  
  2.  
  3.  
  4.  
  5.  
  6.  
  7.  
  8.