Poemas del lago Edem Mills
A Eduardo Ugarte
- POEMA DOBLE DEL LAGO EDEM
- Nuestro ganado pace, el viento espira
- Garcilaso
- Nuestro ganado pace, el viento espira
Era mi voz antigua ignorante de los densos jugos amargos. La adivino lamiendo mis pies bajo los frágiles helechos mojados. ¡Ay voz antigua de mi amor, ay voz de mi verdad, ay voz de mi abierto costado, cuando todas las rosas manaban de mi lengua y el césped no conocía la impasible dentadura del caballo! Estás aquí bebiendo mi sangre, bebiendo mi humor de niño pesado, mientras mis ojos se quiebran en el viento con el aluminio y las voces de los borrachos. Déjame pasar la puerta donde Eva come hormigas y Adán fecunda peces deslumbrados. Déjame pasar, hombrecillo de los cuernos, al bosque de los desperezos y los alegrísimos saltos. Yo sé el uso más secreto que tiene un viejo alfiler oxidado y sé del horror de unos ojos despiertos sobre la superficie concreta del plato. Pero no quiero mundo ni sueño, voz divina, quiero mi libertad, mi amor humano en el rincón más oscuro de la brisa que nadie quiera. ¡Mi amor humano! Esos perros marinos se persiguen y el viento acecha troncos descuidados. ¡Oh voz antigua, quema con tu lengua esta voz de hojalata y de talco! Quiero llorar porque me da la gana como lloran los niños del último banco, porque yo no soy un hombre, ni un poeta, ni una hoja, pero sí un pulso herido que sonda las cosas del otro lado. Quiero llorar diciendo mi nombre, rosa, niño y abeto a la orilla de este lago, para decir mi verdad de hombre de sangre matando en mí la burla y la sugestión del vocablo. No, no, yo no pregunto, yo deseo, voz mía libertada que me lames las manos. En el laberinto de biombos es mi desnudo el que recibe la luna de castigo y el reloj encenizado. Así hablaba yo. Así hablaba yo cuando Saturno detuvo los trenes y la bruma y el Sueño y la Muerte me estaban buscando. Me estaban buscando. allí donde mugen las vacas que tienen patitas de paje y allí donde flota mi cuerpo, entre los equilibrios contrarios.
- CIELO VIVO
Yo no podré quejarme si no encontré lo que buscaba. Cerca de las piedras sin jugo y los insectos vacíos no veré el duelo del sol con las criaturas en carne viva. Pero me iré al primer paisaje de choques, líquidos y rumores que trasmina a niño recién nacido y donde toda superficie es evitada, para entender que lo que busco tendrá su blanco de alegría cuando yo vuele mezclado con el amor y las arenas. Allí no llega la escarcha de los ojos apagados ni el mugido del árbol asesinado por la oruga. Allí todas las formas guardan entrelazadas una sola expresión frenética de avance. No puedes avanzar por los enjambres de corolas porque el aire disuelve tus dientes de azúcar, ni puedes acariciar la fugaz hoja del helecho sin sentir el asombro definitivo del marfil. Allí bajo las raíces y en la médula del aire, se comprende la verdad de las cosas equivocadas. El nadador de níquel que acecha la onda más fina y el rebaño de vacas nocturnas con rojas patitas de mujer. Yo no podré quejarme si no encontré lo que buscaba; pero me iré al primer paisaje de humedades y latidos para entender que lo que busco tendrá su blanco de alegría cuando yo vuele mezclado con el amor y las arenas. Vuelo fresco de siempre sobre lechos vacíos, sobre grupos de brisas y barcos encallados. Tropiezo vacilante por la dura eternidad fija y amor al fin sin alba. Amor, ¡Amor visible! Edem Mills, Vermont. 24 de agosto de 1929.