Pobre importuno
¿Por qué aspira sin fruto, Arnardi bella, a lo que darme tu piedad resiste? ¿por qué mi amor en alcanzar insiste lo que me impide merecer mi estrella? ¿No fuera bien buscar a mi querella, en el asilo de mi tumba triste, el anhelado fin, pues que consiste mi única dicha y mi consuelo en ella? ¡Necio, que pronto de esperar cansado, se abate tu pasión, antes osada, y con el miedo la fortuna mide! ¿Qué amador fue constante y no fue amado? ¿O qué mujer, del hombre importunada, no la concede al fin lo que le pide?