Plenitud/XXVI (El supremo triunfo)
Si vuelves los ojos a casi todos los que te rodean; si sabes contemplarlos y considerarlos, verás que han obtenido algunos bienes, algunos aparentes favores de la vida; pero que ninguno ha logrado el bien por excelencia, a saber, la conquista de sí mismo. Este anhela, el otro se encoleriza; el de más allá es víctima de un vicio. Yo, aquí donde me ves, no he realizado tampoco esta conquista. Si tú acertaras a realizarla, si tú fueses el señor absoluto de ti mismo, ya nada te sería difícil. Donde pusieses tu aliento, cuajaría la realización. Donde sembrases tu voluntad, fructificaría el milagro. Querrías ser rey, y lo serías; querrías ser millonario, y lo serías; querrías ser dueño del mundo, y lo serías. ... ¡Pero, seguramente, una vez que hubieses logrado la plena conquista de ti mismo, ya no querrías nada y tendrías un desprecio inmenso por todas las cosas!