Plenitud/XVI (El fiel)
Nunca digas “Fulano tiene más de lo que merece". Jamás exclames: "¡Injusticia de la suerte!" En verdad te afirmo que no hay fiel, que no hay balanza de precisión más delicados y perfectos que los de la Justicia distributiva. Dios no tiene por qué intervenir en las sanciones de los actos. Cada acto lleva en su germen mismo el premio y el castigo, como en cada bellota están la encina o el roble con todas sus posibilidades, su majestuosa sombra futura y hasta los pájaros que anidarán en sus ramas. La invisible fuerza que distribuye los bienes y los males es una Ley; y así como es imposible que se equivoque la Ley de la atracción universal, así lo es que yerre esta ley portentosa. Cuando Newton formulaba ya m mente su famoso principio, parecíale que determinados movimientos de los cuerpos celestes no se ajustaban a él. ¿Estaba el error en la Ley? ¿Estaba en los cuerpos rebeldes? El error estaba en las observaciones, en los cálculos de las distancias, en ciertas medidas terrestres inexactas. Cuando se pudieron rectificar, merced a nuevas medidas y cálculos, los anteriores, se vio que la Ley era infalible. De María Antonieta decíase que en todo era graciosa, pero que no bailaba a compás. Y un cortesano, lleno de ingenio, la defendió con aquella célebre frase: "Dicen que no baila a compás; pero, en este caso, la culpa será del compás". Pues así es la Justicia distributiva: tu mirada, tu observación tu juicio, tu compás, se equivocan; Ella, nunca. Lo que te acontezca es lo único que debe acontecerte, y el universo entero no aplastará sin razón a la más pequeña hormiga.