Todo hombre que te busca, va a pedirte algo.
El rico aburrido, la amenidad de tu conversación; el pobre, tu dinero; el triste, un consuelo; el débil, un estímulo; el que lucha, una ayuda moral.
Todo hombre va a pedirte algo, ¡Y tú osas impacientarte! ¡Y tú osas pensar: "qué fastidio"!
¡Infeliz! La LEY escondida que reparte misteriosamente las excelencias, se ha dignado otorgarte el privilegio de los privilegios, el bien de los bienes, la prerrogativa de las prerrogativas: ¡DAR! ¡tú puedes DAR!
¡En cuantas horas tiene el día, tú das, aunque sea una sonrisa, aunque sea un apretón de manos, aunque sea una palabra de aliento!
¡En cuantas horas tiene el día, te pareces a ÉL, que no es sino dación perpetua, difusión perpetua y regalo perpetuo!
Debieras caer de rodillas ante el Padre y decirle; "¡Gracias porque puedo dar, Padre mío! ¡nunca más pasará por mi semblante la sombra de una impaciencia!"





"¡En verdad os digo que vale más dar que recibir!"