Platillos Voladores: III

Platillos Voladores: III
de Samael Aun Weor

UN VISITANTE JUPITERIANO

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Las noticias que vienen de todas partes del mundo aseguran que las Naves Cósmicas aterrizan en distintos lugares de la Tierra. Lo que más le molesta a los bribones es no poder capturar una de esas Naves con tripulación y todo.

Estamos absolutamente seguros de que los caníbales del Africa y de la Amazonas también se sienten muy molestos cuando no logran capturar a un explorador.

En el caso concreto de los Platillos Voladores las gentes quieren proceder como caníbales, pero los tripulantes de las Naves Cósmicas conocedores del salvajismo humano es claro que no están dispuestos a dejarse atrapar porque saben muy bien la suerte que les aguarda. Los bribones los harían presos, las Naves serían decomisadas y utilizadas para la guerra, etc., etc., etc.

Las tripulaciones de esas Naves Cósmicas no están dispuestas a servir de conejillos de Indias y antes que dejarse atrapar prefieren con justa razón desaparecer en el espacio infinito, esto es semejante, al explorador de raza blanca que huye ante la tribu de caníbales.

Estamos diciendo algo que pueda herir demasiado a los bribones porque ellos se quieren demasiado a si mismos y presumen de supercivilizados aunque en el fondo sean verdaderamente salvajes vestidos a la moderna.
En el Brasil, cerca de Paraná, aterrizó una Nave Cósmica en presencia de un científico famoso, de apellido Kraspedón. El capitán de dicha Nave invitó al mencionado científico a visitar su Nave.

El citado científico pudo conocer no sólo el interior de la Nave, sino también su tripulación.

El capitán de dicha Nave dijo venir de un Satélite del Planeta Júpiter. Habló en perfecto español y prometió al citado científico corresponder a su visita. Cuando el señor Kraspedón quiso darle al capitán sus datos domiciliarios no fue necesario porque el capitán declinó la oferta diciendo: “Nosotros sabemos perfectamente cómo encontrarlo a usted en la Tierra”.

Seis meses más tarde, un domingo cualquiera, el señor Kraspedón, cerrado en su estudio en su casa, fue interrumpido de pronto por su mujer quien le informó que en la puerta estaba un hombre que deseaba hablar con él. Díjolo que tal hombre traía entre sus manos una Biblia y que insistió en dar explicaciones sobre ésta.

El señor Kraspedón ordenó a su mujer despedir al visitante y cerrar la puerta. Momentos después regresó la señora informando a su marido que el mencionado visitante no quería irse e insistía en hablar con él.

Un poco mal encarado resolvió el citado científico abandonar su estudio y salir a la puerta para atender al visitante. Grande fue su sorpresa al encontrarse cara a cara con el capitán de la Nave Cósmica que seis meses antes había conocido.

El señor Kraspedón invitó al visitante, haciéndolo pasar a la sala de su casa. Luego vino la plática. El citado científico quiso examinar las capacidades intelectuales del Jupiteriano y lo metió en un callejón muy difícil, con preguntas complicadísimas sobre la Biblia.

Aquel visitante demostró poseer una brillantísima inteligencia pues conocía hasta las raíces más íntimas del griego, del hebreo y del arameo y supo darle a las Sagradas Escrituras interpretaciones altamente científicas, profundamente filosóficas, extraordinariamente artísticas y trascendentalmente místicas.

Después de esa entrevista, hubo dos entrevistas más en distintos lugares de la ciudad a las cuales concurrió el citado científico acompañado por un Profesor de Física y Matemáticas.

Las enseñanzas que dio el Jupiteriano en materia de Astronomía fueron realmente formidables, todo ese conocimiento es trascendental.

El señor Kraspedón es un científico serio; no se trata de ningún charlatán. Resolvió condensar todos los conocimientos que el Jupiteriano le entregó en un precioso libro escrito en portugués y titulado los “DISCOS VOLADORES”.

Advirtió el Jupiteriano que las explosiones atómicas están alterando la camada superior de la atmósfera terrestre. Esta camada es el filtro supremo que descompone y analiza los rayos solares transformándolos en luz y calor.

Dijo el Jupiteriano que si los científicos atómicos continuaban con sus explosiones nucleares llegaría el día en que ya el filtro supremo seria incapaz de analizar y descomponer los rayos solares en luz y calor, entonces veríamos al Sol negro como silicio y la Luna roja como sangre y sobre la faz de la Tierra un color rojo ferruginoso.

Advirtió el Jupiteriano que al descomponerse la Camada Superior de la Atmósfera terrestre que sirve de sustentáculo para la vida de la Tierra, vendrían grandes terremotos y las ciudades caerían como castillos de naipes, hechas polvo.

Informó el Jupiteriano diciendo que ya ellos, los navegantes del espacio que visitan a la Tierra, están viendo la Camada Superior de la Atmósfera terrestre en franco proceso de alteración y sin el brillo y esplendor de otros tiempos.

Dijo el Jupiteriano que la guerra termonuclear saturará con las radiaciones atómicas el agua que bebemos, los cultivos con que nos sostenemos, las nubes que traen las lluvias, etc.

Advirtió el Jupiteriano que la radiación atómica dañará el fósforo en el cerebro del ser humano y por doquiera se verán escenas dantescas en las calles, hospitales llenos de gentes, multiplicación del cáncer y de la leucemia, millones y millones de muertos, hambre y desesperación.

Los tiempos van pasando, las explosiones atómicas continúan ahora en forma subterránea tanto en Rusia como en los EE. UU.. Francia y China siguen haciendo explosiones atómicas en la atmósfera y los diarios del mundo entero traen noticias de terremotos espontáneos ya en Chile, ya en San Salvador, ahora en Irak, Japón, etc.

Estamos ante hechos concretos que no se pueden refutar. A los envidiosos les molestará mucho el citado relato sobre el Jupiteriano y el señor Kraspedón y no nos extrañaría mucho que ahora lancen contra nosotros todas sus sátiras basadas en un escepticismo estúpido como aquellos que se burlaron de Pasteur, Galileo, Edison, etc.

Lo que más les molesta a los envidiosos es no tener la oportunidad que tuvo el señor Kraspedón, estamos seguros de que los caníbales y que si a estos envidiosos se les diera semejante oportunidad abusarían de ella inevitablemente, capturando o matando a los visitantes del Cosmos Infinito.

Los caníbales son caníbales y los habitantes de otros mundos saben muy bien cuidarse de ellos desapareciendo en el espacio antes que las hordas bárbaras puedan capturarlos.