República Mexicana (Estado de Veracruz).-- Ejército de Reserva y protector de la Constitución y leyes.-- El ejército de reserva, cuyos jefes, oficiales y tropa que no han tenido en la serie de los tiempos otra divisa que el honor de su profesión y la gloria de sus armas, creería manchado el uno, perdida la otra, y sobre todo se estimaría desconceptuado en la apreciable opinión de sus conciudadanos, si ocultase bajo el sello del silencio los sentimientos que le animan, cuando la República, cercana á su trastorno general amenaza envolver en su ruina los hombres y las cosas; la libertad y la independencia; la moral pública y las leyes patrias; la buena fe y la paz doméstica; sin cuyos beneficios no puede existir ni prosperar nación alguna de las que pueblan la tierra.
Si los cuerpos á quienes tocó la honrosa suerte de formar la reserva destinada á repeler la invasión de los enemigos de la independencia nacional, fueran capaces por un momento de obrar exclusivamente por el impulso de sus intereses particulares, días há que todo se hubiera desquiciado, y que, saltando las barreras del respeto y la subordinación, hubiera apelado á la fuerza apoyada en la justicia para reclamar la consideración que se debe á sus buenos servicios y á sus enormes padecimientos: las tropas que tuvieron la gloria de combatir con el enemigo ó de aproximarse más que nosotros á las mortíferas playas del Océano, han luchado también con todo género de privaciones hasta el grado de perecer algunos individuos de hambre, mientras que á la nación se le agobiaba con exorbitantes contribuciones para los gastos de la guerra, dilapidándose el producto de aquellas por el lujo altanero de algunos favoritos en objetos muy diversos; sin embargo, el soldado en medio de tan tristes circunstancias y de tan grande abandono, no ha osado ni aun quejarse, y ha sufrido con la constancia noble de que sólo son capaces los militares republicanos.
Por cuanto la sociedad está próxima á disolverse, expuesta á que la despedace la anarquía, para venir en último resultado á ser presa de un déspota cualquiera, los militares que no pueden permanecer insensibles á la suerte de sus semejantes y de la patria, y que ven el origen de los males que han producido el descontento general en la inobservancia de las leyes, en los abusos de la administración y en la desconfianza pública que justamente han merecido algunos agentes del poder, se creen constituídos en la sagrada obligación de contribuir por su parte á que se pongan en práctica los medios de salvación y proteger y dar impulso á la opinión general que ha manifestado de un modo muy preciso el origen de los males y la naturaleza del remedio.
En tan lamentable situación, trabajando constantemente el pensamiento, ocupado el ánimo de todas las clases del Estado y pudiendo torcerse por la desesperación ó por las pasiones, es indispensable que se produzca la guerra civil si no se da á los conatos de los buenos un impulso fuerte y dirección acertada, á fin de que no se aborten movimientos parciales que consuman el cuerpo político, y desviándose de su principal objeto degeneren en persecusiones y venganzas.
Una prueba de esta verdad presenta el pronunciamiento militar hecho recientemente en la plaza de Campeche, donde, prevaliéndose de la miseria del soldado para pervertirlo, y atribuyéndose indebidamente las escaseces á la naturaleza del partido liberal, no sólo se ha proclamado la muerte de la federación, sino que se ha sancionado la reunión de los mandos político y militar, con la circunstancia agravante de cometer privativamente al ejercicio de esta magistratura la dirección y manejo de los caudales de la Hacienda. Hé aquí establecido el despotismo ó el sistema de opresión que constantemente adoptaban en estos países sus perversos conquistadores.
Para prevenir semejantes desastres, jefes respetables rodeados de la gratitud nacional ocurrieron oportunamente á los medios suaves de la insinuación: escritores sabios é imparciales han declamado contra los abusos, pero sus votos por desgracia se han desatendido y el clamor general no ha podido vencer la barrera impenetrable que forman regularmente los aduladores al derredor de los gobernantes.
El ejército de reserva debe á su honor y al respeto que le merecen sus conciudadanos la manifestación de estos hechos, para que se persuadan de la calma y circunspección con que ha procedido en todas sus operaciones, y que, en su obsequio y con el santo fin de reintegrar á sus compatriotas en el goce de sus derechos, que les han garantido las leyes fundamentales, se han decidido por la adopción del plan que comprende los artículos siguientes:
ARTÍCULO PRIMERO. El ejército de reserva ratifica el juramento solemne que ha prestado de sostener el pacto federal, respetando la soberanía de los Estados y conservando su unión indisoluble.
ART. 2.° El ejército protesta no dejar las armas de la mano hasta ver restablecido el orden constitucional con la exacta observancia de las leyes fundamentales.
ART. 3.° Para este fin su primer voto que pronuncia en ejercicio del derecho de petición es que el Supremo Poder Ejecutivo dimita las facultades extraordinarias de que está investido, pidiendo inmediatamente la convocatoria para la más pronta reunión de las augustas Cámaras, á fin de que éstas se ocupen de los grandes males de la nación, como lo consultó el Consejo de gobierno, oyendo á la vez las peticiones que los mexicanos tengan á bien dirigirle sobre las reformas que deben establecerse, para que la República, libre de abusos en la administración de todos sus ramos, pueda marchar á su felicidad y engrandecimiento.
ART. 4.° El segundo voto del ejército es que se remuevan aquellos funcionarios contra quienes se ha explicado la opinión general.
ART. 5.° El ejército, al manifestar sus fervientes votos por el pronto remedio de los males que afligen á la República, lejos de pretender erigirse en legislador, protesta la más ciega obediencia á los supremos poderes, y reconoce á todas las autoridades legítimamente constituídas en el orden civil, eclesiástico y militar, en lo que no se opongan á la constitución federal.
ART. 6.° El ejército promete que procurará conservar á toda costa la pública tranquilidad, protegiendo las garantías sociales y persiguiendo á todos los malhechores para mayor seguridad de los caminos y pueblos por donde transite.

Para llevar al cabo este plan hemos acordado:
PRIMERO. Que se remitan ejemplares de él con atento oficio al supremo gobierno general, á las honorables legislaturas y á los Exmos. Sres. gobernadores de los Estados, á los comandantes generales y demás jefes militares, y á los prelados ecelsiásticos.
SEGUNDO. Que se invite por medio de una comisión á los vencedores de Juchi y Tampico, ciudadanos generales Bustamante y Santa Anna, para que, poniéndose á la cabeza del ejército pronunciado y de todos los mexicanos que se adhieran á éstos sin distinción de épocas ni partidos, los dirijan en sus operaciones á la mayor y más pronta consecución de los objetos indicados.
TERCERO. En el caso no esperado de que los expresados generales se negaren á un objeto tan laudable, tomará el mando el más graduado de los jefes pronunciados.
CUARTO. Se invitará igualmente á nuestros hermanos los militares de Campeche, para que abjurando su pronunciamiento se unan al presente y contribuyan al restablecimiento del imperio de las leyes vigentes, de cuya infracción proceden los males generales de la República y las grandes miserias que aquejan á todo el ejército mexicano.

Referencias editar

Olavarría y Ferrari, Enrique de (1888) "México Independiente 1821-1855", en Vicente Riva Palacio, México a través de los siglos, ed. Ballescá y Cía., México, pp. 217-218 nota 1