Perlas negras/XXXVI
Al contemplar tu juventud penosa,
recuerdo de Noemí la desventura.
¡Ay! tú puedes también clamar llorosa:
«No me llaméis Noemí: la más hermosa;
llamadme Mara, esto es: ¡mar de amargura!»
Mas ¡qué importa! en tu lánguida cabeza
el nimbo santo del dolor radía,
y el dolor es la única nobleza:
Dios unge con un óleo de tristeza
a las frentes más altas, virgen mía.