¡Cállate! —dijo, posando
la diestra sobre mi boca.
—¿Olvidarte yo...? ¡Primero
la luz se trocara en sombras,
perdiera el mar sus rumores,
el rosal no diera rosas!
Pasaron algunos años,
y la luz el campo dora,
las ondas gimiendo espiran,
flores de nácar adornan
el rosal... ¡y mi recuerdo
ya no vive en su memoria!