Pensamientos (Rousseau 1824): 41

RETRATO Y CARÁCTER DE SOFÍA,
Ó DE LA FUTURA ESPOSA DE EMILIO.


Sofía es de buena índole: tiene un buen natural, el corazon muy sensible, y alguna vez esta estrema sensibilidad le da una actividad de imaginacion que no es fácil moderarla: su inteligencia es menos exacta que penetrante; su genio fácil, y sin embargo desigual: su figura comun, pero agradable: una fisonomía que promete alma y que no miente: puede uno acercarse á ella con indiferencia, pero no dejarla sin emocion. Otras tienen muy buenas prendas que á ella le faltan, otras tienen en mayor cantidad las que ella tiene; pero ninguna tiene cualidades mejor combinadas para formar un feliz carácter: ella sabe sacar partido hasta de sus mismos defectos: quizá si fuese mas perfecta, agradaria mucho menos.

No es bella Sofía; pero los hombres cerca de ella olvidan las bellezas, y estas estan mal contentas consigo mismas. Apénas es linda á primera vista, pero cuanto mas se la vé, mas se hermosea: con lo que tantas pierden ella gana, y lo que una vez gana nunca

lo pierde. Es posible tener ojos y boca mas hermosos, y una presencia mas imponente; mas no es posible tener estatura mas proporcionada, talle mas bien hecho, color mas hermoso, mano mas blanca; pié mas lindo, mirar mas dulce, fisonomía mas tierna. Interesa sin deslumbrar, embelesa, y no se podria decir por que.

Sofía gusta de ataviarse, y es inteligente en esto: su madre no tiene otra camarera que ella: tiene mucho gusto para componerse y que luzca su ropa, pero aborrece los ricos trages: siempre se vé en el suyo la sencillez unida á la elegancia: no ama lo que brilla, sino lo que sienta. Ignora cuales son los colores de moda, pero sabe perfectamente los que le caen bien. No hay jóven que parezca ataviada con menos estudio, y no hay una cuya compostura sea mas estudiada: ni una pieza de su trage está puesta por acaso, y en ninguna se echa de ver el arte. Su adorno es muy modesto en la apariencia, y en realidad muy provocativo: no hace ostentacion de sus gracias, al contrario las oculta, pero ocultandolas sabe hacer que se imaginen. Al verla, se dirá: he aquí una jóven modesta y prudente; pero miéntras

tras se está junto á ella, los ojos y el corazon vagan sobre toda su persona sin que se puedan apartar, y se diria que todo este trage tan sencillo se ha puesto en su lugar, solo con el fin de que se le quite pieza á pieza la imaginacion.

Sofía tiene talentos naturales, los conoce, y no ha dejado de cultivarlos; pero no habiendose hallado en circunstancias de valerse mucho del arte, se ha contentado con ejercitar su bonita voz en cantar con arreglo y gusto, sus delicados piés en andar con ligereza, facilidad y gracia, en hacer la cortesía en todo género de situaciones sin sujecion ni desmaña.

Lo que hace mejor Sofía y lo que se la ha hecho aprender con mas esmero, son los trabajos de su sexo, aun aquellos de que se hace poco uso, como cortar y coser sus ropas. No hay una obra de aguja que no sepa hacer y que no la haga con gusto; pero la que prefiere á toda otra es el encaje, porque no hay ninguna que ofrezca una actitud mas agradable, y en la que se ejerciten los dedos con mas gracia y ligereza. Tambien se ha aplicado á todos los quehaceres de la casa: entiende de cocina y de reposteria, sabe el

precio de los comestibles, conoce la calidad de ellos, sabe muy bien llevar las cuentas, sirve á su madre de mayordomo. Destinada á ser ella misma algun dia madre de familia, gobernando la casa paterna aprende á gobernar la suya; puede suplir las funciones de los criados, y siempre lo hace con gusto. Jamas se sabe mandar bien sino lo que se sabe ejecutar por uno mismo; y esta es la razon que tiene su madre para ocuparla de este modo. En cuanto á Sofía, no va tan allá: su primer deber es el de hija, y el único que por ahora piensa llenar. Su única mira es servir á su madre y aliviarla de una parte de sus cuidados.

Sofía tiene entendimiento despejado sin ser brillante, y sólido sin ser profundo: un entendimiento del que nada se dice, porque cualquiera que habla con ella nunca le encuentra sino como el suyo, poco mas ó menos. Tiene siempre el que agrada á las gentes que la hablan, aunque no muy adornado, segun la idea que tenemos de la cultura del entendimiento de las mugeres; porque el suyo no se ha formado por la lectura, sino únicamente por las conversaciones de sus padres, por sus propias reflexiones, y por


las observaciones que ha hecho en el poco mundo que ha visto. Naturalmente es alegre Sofía; era retozona cuando niña, pero su madre ha cuidado de ir poco á poco refrenando sus vicios de ligereza, temiendo que muy pronto una repentina mudanza la instruyese del instante que la habia hecho necesaria. Se ha hecho, pues, modesta y reservada aun ántes de que fuese tiempo de serlo, y ahora que este ha llegado, la es mas fácil conservar el tono que ha tomado, que lo que la seria tomarle sin indicar la razon de esta mudanza. Es una cosa graciosa verla alguna vez abandonarse por un resto de su antigua costumbre á vivezas de la infancia, y de repente volver sobre sí misma, callarse, bajar los ojos y ponerse encarnada: es preciso que el término intermedio entre las dos edades participe un poco de ámbas.

Sofía es en estremo sensible para conservar una perfecta igualdad de genio; pero tiene demasiada dulzura para que esta sensibilidad sea muy importuna á los demas: á ella sola es á quien hace mal. Digase una sola palabra que la incomode, no muestra enfado; pero se la comprime el corazon, y procura escaparse para ir á llorar. Que su

padre ó su madre la llame en medio de su llanto, y la diga una sola palabra: al momento viene corriendo á jugar y reir, enjugandose los ojos con disimulo y procurando ahogar sus sollozos.

Tampoco está esenta Sofía de caprichos: su genio un poco arrebatado, cuando la irritan, degenera en obstinacion, y entónces está sujeta á escederse. Pero dejadla tiempo para volver en sí, y en el modo de borrar su culpa casi hará de ella un mérito.

Si se la castiga, es dócil y sumisa, y se echa de ver que su vergüenza no tanto viene del castigo como de su falta. Si nada se la dice, jamas deja de repararla por sí misma, y de tan buena voluntad que no es posible guardarla rencor. Besaria el suelo delante del último criado, sin que esta humillacion la costase el menor trabajo; y tan pronto como se la ha perdonado, su alegria y sus halagos manifiestan de que peso se ha aliviado su corazon. En una palabra, lleva con paciencia los agravios de los demas, y repara con gusto los suyos. Tal es el amable natural de su sexo ántes que nosotros le hayamos estragado. La muger es hecha para ceder al hombre, y aun para aguantar su injusticia:

nunca reduciréis á los muchachos al mismo punto: se exalta en ellos el sentimiento interior y se indigna contra la injusticia: la naturaleza no los destinó á tolerarla.

Sofía ama la religion, practica la moral, y consagra su vida entera á servir á Dios obrando bien. En todas las instrucciones que acerca de este punto la han dado sus padres, la han acostumbrado á una respetuosa sumision: en vez de largos discursos de piedad, se han ceñido a predicarsela con su ejemplo, y este ejemplo está grabado en su corazon.

Sofía ama la virtud: este amor se ha hecho su pasion dominante. La ama, porque no hay belleza como la virtud: la ama, porque la virtud constituye la gloria de una muger, y porque una muger virtuosa le parece casi igual á los ángeles: la ama como la única senda de la verdadera felicidad, y porque en la vida de una muger deshonesta solo vé miseria, abandono, desgracia, ignominia: la ama, en fin, como preciosa á su respetable padre y á su tierna y digna madre: no contentos estos con ser felices con su virtud propia, quieren serlo tambien con la de su hija; y la primera felicidad de Sofía es la

esperanza de hacer la de sus padres. Todos estos sentimientos la inspiran un entusiasmo que eleva su alma y tiene subyugadas todas sus mezquinas inclinaciones á una pasion tan noble. Sofía será casta y honesta hasta su último aliento: lo ha jurado en el fondo de su alma, y lo ha jurado en un tiempo en que conocia ya todo lo que cuesta cumplir semejante juramento: lo ha jurado cuando hubiera debido revocar esta promesa, si sus sentidos fuesen capaces de reinar sobre ella.

Sofía no tiene la dicha de ser una amable Francesa, fria por temperamento y coqueta por vanidad, que quiere brillar mas bien que agradar, y que busca la diversion y no el placer. La sola necesidad de amar es la que la devora, viene á distraerla y perturbar su corazon en medio de las diversiones: ha perdido su antigua alegria: la fastidian los retozones juegos, estos no son ya para ella. Lejos de temer el fastidio de la soledad, la busca: piensa en ella en aquel que debe hacersela dulce: todos los indiferentes la importunan: no necesita de cortejos sino de un amante: gusta mas de agradar á un solo hombre de bien y agradarle siempre, que elevar en su favor el grito de la moda que

dura un día, y al siguiente se convierte en befa.

Las mugeres son los jueces naturales del mérito de los hombres, asi como estos lo son de las mugeres: esto es un derecho recíproco, y ni unos ni otros lo ignoran. Sofía conoce este derecho y usa de él, pero con la modestia que conviene á su juventud, á su inesperiencia y á su estado: solo juzga cuando su juicio sirve para desenvolver alguna máxima útil. No habla de los ausentes sino con la mayor circunspeccion, sobre todo si son mugeres. Piensa que lo que las hace murmuradoras y satíricas, es el hablar de su sexo; en tanto que se limitan á hablar del nuestro, son equitativas. Por lo tanto, Sofía se limita solo á esto. En cuanto á las mugeres, jamas habla sino para decir todo lo bueno que sabe de ellas. Esto es un honor que cree deber á su sexo; y en cuanto á aquellas de quienes nada bueno sabe que decir, calla, y este silencio se entiende.

Sofía tiene poco estilo de mundo; pero es obsequiosa, atenta, y en todo cuanto hace tiene mucha gracia. Un feliz natural le sirve mas que mucho arte. Tiene cierta cortesía que le es propia, que no consiste en

fórmulas, que no está sujeta á la moda, que no varia con ella, que nada hace por estilo sino que viene de un verdadero deseo de agradar, y que agrada. No gasta cumplimientos frívolos y no los inventa mas estudiados: no dice que está muy agradecida, que la honran mucho, que no se tomen la molestia, etc. Aun menos trata de volverlos en frases. A una atencion, á una cortesanía de estilo corresponde con una reverencia ó por un simple muchas gracias; pero esta palabra dicha por su boca vale tanto como cualquiera que pudiera decirse por otra. Para un verdadero favor deja hablar á su corazon, y no halla en él un mero cumplimiento. Jamas ha permitido que el estilo francés la sujete al yugo de las monerias y de los ademanes, como el estender y apoyar su mano para pasar de un aposento á otro sobre el brazo de un sexagenario á quien ella desearia sostener. Cuando un petimetre perfumado la ofrece este impertinente servicio, deja su oficioso brazo en la escalera, y se pone de dos saltos en el cuarto diciendo: no estoy coja.

No solamente observa silencio y respeto coa las mugeres, sino con los hombres casados


sados ó de mucha mas edad que la suya; jamas aceptará puesto superior á ellos, á menos que no sea por obediencia, y volverá á tomar el suyo inferior tan pronto como pueda; porque sabe que los derechos de la edad son ántes que los del sexo, como que tienen á su favor la presuncion de la sabiduria que debe ser honrada ante todo.

Otra cosa es con los jóvenes de su edad: necesita de diferente tono para imponerles respeto, y sabe tomarlo sin dejar el aire modesto que la conviene. Si son por sí misinos modestos y recatados, conservará de buena voluntad con ellos la amable familiaridad de la juventud: sus conversaciones llenas de inocencia serán chistosas, pero decentes; si se hacen serias, quiere que sean útiles; si degeneran en requiebros, bien pronto las hará cesar; porque desprecia sobre todo la mezquina algarabía del galanteo como muy ofensiva á su sexo. Sabe bien que el hombre que ella busca no la gasta, y jamas sufre con gusto de otro lo que no conviene á aquel cuyo carácter tiene impreso en el fondo de su corazon. La alta opinion que tiene de los derechos de su sexo, la nobleza de alma que le da la pureza de sus


sentimientos, la energía de la virtud que siente en sí misma, y que á sus mismos ojos la hace respetable, la hacen escuchar con indignacion las tiernas lisonjas con que se pretende divertirla: no las recibe con una cólera aparente, sino con un aplauso irónico que desconcierta, ó con un semblante frio que no se espera. Que un lindo Adonis le ensarte sus requiebros, le alabe con agudeza la suya, su hermosura, sus gracias, y el precio de la felicidad de agradar; y es capaz la chica de interrumpirle diciendole con política: «Señor, me temo que sé yo todas esas cosas mejor que vos: si nada mas curioso tenemos que decir, creo que podemos acabar aquí la conversacion.» Acompañar estas palabras con una gran cortesía y hallarse á veinte pasos de él, es para Sofía obra de solo un instante. Preguntad á vuestros elegantes si es fácil hacer ostentacion de su charla con un genio tan desabrido como este.

No quiere decir esto, sin embargo, que ella no guste demasiado de que se la alabe; pero ha de ser con tal que esto sea de veras, y que pueda creer que en efecto se piensa el bien que de ella se dice. Para parecer uno

sensible á su mérito, es necesario principiar por manifestarselo. Un homenage fundado en la estimacion puede lisonjear á su altivo corazon, pero todo chasco de galanteo es siempre desechado: Sofía no está destinada á ejercitar el talento de un farsante charlatan.