Pensamientos (Rousseau 1824): 29
El hombre selvage y el hombre civilizado difieren de tal modo por el fondo del corazon y por las inclinaciones, que lo que hace la suprema felicidad del uno reduciria al otro á la desesperacion. El primero no respira mas que el reposo y la libertad, no quiere mas que vivir y estar ocioso, y aun la misma tranquilidad de alma del estoico no iguala con su profunda indiferencia ácia todo otro objeto. Al contrario, el ciudadano siempre activo suda, se agita y atormenta incesantemente para buscar ocupa-
El selvage vive dentro de sí: el hombre social vive fuera, no saber vivir sino en las opiniones de los otros; saca de su solo juicio, por decirlo asi, el sentimiento de su propia existencia. De aquí viene que preguntando siempre lo que oimos á los demas, y no atreviendonos jamas á preguntarnos sobre esto á nosotros mismos, en medio de tanta filosofía, de humanidad, de civilizacion, y de máximas sublimes, solo tenemos un esterior engañoso y frívolo,
honor sin virtud, razon sin sabiduría, y placer sin felicidad.El hombre selvage, luego que ha comido, está en paz con toda la naturaleza, y es amigo de todos sus semejantes: si alguna vez trata de disputar su comida, jamas llega á las manos sin haber comparado ántes la dificultad de vencer con la de hallar su subsistencia en otra parte; y como no se mezcla el orgullo en el combate, este se termina por algunas puñadas: come el vencedor, el vencido va á buscar su fortuna por otro lado, y todo queda en paz. Pero otra cosa sucede entre los hombres en sociedad: primeramente se trata de proveer á lo necesario, y despues á lo superfluo; en seguida vienen las delicias, luego las inmensas riquezas, despues los súbditos, y en fin los esclavos: no tiene un momento de descanso; lo mas singular es, que cuanto son menos naturales y urgentes las necesidades, mas se aumentan las pasiones, y (lo que es peor) el poder de satisfacerlas: de suerte que, despues de largas prosperidades, despues de haber absorvido muchos tesoros, y muerto muchos hombres, mi héroe acabará por aniquilarlo todo, hasta que sea el único dueño
del universo. Tal es en compendio el cuadro moral, sino de la vida humana, á lo menos de las secretas pretensiones del corazón de todo hombre civilizado.