Paterno iam diu (1919)
de Benedicto XV
Traducción de Wikisource de la versión oficial italiana publicada en Acta Apostolicae Sedis vol. XI, pp. 437-439.
EPISTOLA ENCYCLICA

A LOS PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS, OBISPOS Y OTROS ORDINARIOS LOCALES, EN PAZ Y COMUNIÓN CON LA SEDE APOSTÓLICA, SOBRE LA AYUDA QUE DEBE RECOGERSE PARA LOS NIÑOS DE CENTRO EUROPA, QUE PADECEN HAMBRE

BENEDICTO XV
VENERABLES HERMANOS
SALUD Y BENDICIÓN APOSTÓLICA


Durante mucho tiempo, con espíritu paterno, hicimos votos y alimentamos la esperanza de que, una vez que cesará finalmente esta inmensa guerra finalmente cesara y el espíritu de la caridad cristiana despertara, las regiones que, especialmente en Centroeuropa, fueron devastadas por el hambre y la miseria, fuesen gradualmente conducidas a mejores condiciones gracias al trabajo y al esfuerzo concertado de todos las personas de bien. Pero verdaderamente lo que ha sucedido no han satisfecho completamente Nuestras expectativas; de hecho, de todas partes nos llegan noticias de que esas populosa regiones pobladas, de que hablamos, sufren una escasez de alimentos y ropa que difícilmente se puede imaginar. Mientras tanto, la salud de las personas más débiles y, en primer lugar, de los niños se ve comprometida y destruida: por su desgracia estamos tanto más afligidos no solo son inocentes e ignorantes del conflicto mortal que hemos visto ensangrentar casi toda la tierra, sino que además será padres de nuevas estirpes que padecerán los efectos de su debilidad. Sin embargo, Nuestras angustias se aliviaron un poco cuando nos anunciaron que hombres de noble sentimientos se habían reunido en asociaciones con el objetivo de "salvar a los niños". Venerables Hermanos, no dudamos en aprobar y apoyar con nuestra autoridad, como era legítimamente necesario, un propósito tan excelente; corresponde de hecho a un primer deber la ternura hacia esa tierna edad que es queridísima por Cristo Redentor y que tiene menos capacidad de sufrir y resistir. Por lo demás, en situaciones similares había tenido ya antes ese mismo comportamiento. De hecho, recordad que no hace mucho tiempo socorrimos, por todos los medios, a los niños de Bélgica exhaustos por el hambre y la miseria y que públicamente los recomendamos a la solidaridad de los católicos. Se debe en gran parte a la común generosidad de estos que fue posible satisfacer las necesidades de muchos niños inocentes y proteger su seguridad y sus propias vidas. De hecho, tan pronto como exhortamos a los arzobispos y obispos de los Estados Unidos de América a tan noble empresa, la generosa contribución de la mayoría correspondió a Nuestros deseos. Hoy recordamos un suceso tan feliz, no tanto para llenar de elogios a los hombres dignos de ser inscritos en las glorias de la caridad cristiana, sino para que los Obispos de todo el mundo, impulsados por nuestra voz y autoridad, se esfuercen y compitan por seguir Nuestra sugerencia, comprometiéndose lo más posible junto con su rebaño.

Siendo así, a medida que se acerca el día del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, Nuestros pensamientos vuelan espontáneamente hacia los niños infelices, especialmente de Centroeuropa, quienes están más cruelmente acosados por la falta de esos bienes que son necesarios para la vida; y con mucho mayor afecto abrazamos a esa tierna prole, cuanto más evidentemente ella refleja en nosotros la imagen del Divino Infante que, por amor a los hombres, soporta el frío invernal y la privación de todo en la cueva de Belén. No existe ocasión más favorable que esta para implorar, en favor de niños inocentes, la caridad y la compasión de los fieles de Cristo y la solidaridad de aquellos que no se desesperan por la salvación de la humanidad. Por lo tanto, Venerables Hermanos, para lograr el propósito del que hemos hablado, prescribimos que en cada una de vuestras diócesis, el 28 de diciembre próximo, la solemnidad festiva de los Santos Inocentes, se ordenen oraciones públicas y se recojan las ofrendas de los fieles. Para poder proveer de manera más efectiva a tantos niños en este nobilísimo concurso de caridad, es necesario recoger, además del dinero, también alimentos y medicinas, vestidos y ropa de los que más carece el pueblo de esas regiones. No es necesario decir cómo estas ofertas deben igualmente dividirse y transportarse al lugar acordado; este tarea puede confiarse a las asociaciones que, como ya hemos dicho, se han establecido para este propósito, o a cualesquiera otras que estén libremente dispuestas a hacerlo

Confiamos en que Nuestras exhortaciones, inspiradas por el deber de paternidad universal que Dios Nos ha confiado, aunque conciernen sobre todo a los católicos, puedan ser benignamente aceptadas por todos los que tienen sentimientos humanitarios. Además, con el fin de preceder a otros con el ejemplo, a pesar de las continuas solicitudes de ayuda que nos llegan de todo el mundo, hemos decidido, de acuerdo con nuestra disponibilidad, proporcionar para el alivio de esos niños, la suma de cien mil liras italianas.

Mientras tanto, con el deseo de un resultado feliz y en señal de nuestra benevolencia paterna, para vosotros, Venerables Hermanos, y para todo el clero y su pueblo, impartimos en el nombre del Señor y con tanto afecto la Bendición Apostólica.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 24 de noviembre de 1919, año sexto de Nuestro Pontificado

BENEDICTO XV