Parnaso español 294
Si un Eneíllas viera, si un pimpollo,
sólo en el rostro tuyo, en obras mío,
no sintiera tu ausencia ni desvío
cuando fueras, no a Italia, sino al rollo.
Aquí llegaste de uno en otro escollo,
bribón Troyano, muerto de hambre y frío,
y tan preciado de llamarte pío,
que al principio pensabas que eras pollo.
Mira que por Italia huele a fuego
dejar una mujer quien es marido:
no seas padrastro a Dido, padre Eneas.
Del fuego sacas a tu padre, y luego
me dejas en el fuego que has traído
y me niegas el agua que deseas.