Parnaso español 218
Aquí, donde su curso, retorcido,
de parlero cristal, Henares santo,
en la esmeralda de su verde manto
ya engastándose va, y ya escondiendo,
sentí, molesta soledad viviendo,
de engañosa sirena docto canto,
que, blanda y lisonjera, pudo tanto,
que lo que lloro yo, lo está riendo.
Luego mi lira y voz al monte hueco
tu nombre, Lisa esquiva, le enseñaron,
y fue piadoso en repetirle el eco.
Ya todos estos bienes se pasaron
y a mis labios dejaron sólo en trueco
un «¡Ay, que fueron!» «¡Ay, que se acabaron!»