Pareciéndome flores los abrojos
Pareciéndome flores los abrojos, teniendo por atajo un gran rodeo, corrí tras la esperanza y el deseo, dejada la razón por los antojos; mas la miseria humana y sus enojos me mostraron en fin mi devaneo de suerte que, no viendo, ahora veo, que, yendo a despeñarme, abrí los ojos. Desde entonces quedé considerando de cuán débil materia era el cimiento donde fundé mil pensamientos vanos; y esfuerza mi flaqueza, procurando seguir con obras al entendimiento, mas, señor don Martín, somos humanos.