París, entre julio y agosto de 1828
<< Autor: Mariano Egaña
<< Carta dirigida a: Juan Egaña
Amadísimo padre,
No quiero empezar esta carta por disertaciones políticas que a más de que sólo dan lugar a reflexiones amargas me quitan el tiempo casi siempre, dejándome sin escribir lo que más interesa y no irrita nuestro ánimo.
Estoy de próxima partida para Londres, y sólo me detiene la indispensable necesidad de dejar todas mis cosas encajonadas y siquiera en camino para el puerto en que se han de embarcar (que será en el Havre) en principios o mediados de septiembre. En llegando a Londres agitaré el reconocimiento de don Miguel [Barra] como Cónsul, y lo agitaré con sumo empeño; pero, cualquiera que sea el resultado, me embarcaré en el paquete de octubre para Buenos Aires, dejando antes a Barra formalmente constituido Encargado de Negocios, si, como es probable, no es reconocido. Ya Ud. ve que se ha verificado lo que concebí desde el momento mismo en que vi el despacho en que a éste se le nombraba Cónsul, y se ha verificado del mismo modo que yo opiné; esto es, que el gobierno inglés no le diría un no redondo, pero que empezaría a embromar y dilatar la contestación, o saldría con alguna sutileza diplomática, o alguna tercera entidad. La contestación que hasta ahora le ha dado es la peor que pueda darle después del no; porque le ha dicho el Subsecretario de Relaciones Exteriores que para contestar al oficio que ha pasado, necesita ver el título que se le haya expedido. La contestación natural, si no se quisiese poner tropiezos, no era esta, sino decir llanamente, como se dice a todos los Cónsules recién nombrados, que presentando diploma en forma no hay embarazo para poner el exequátur. Aunque parezca lo mismo, hay diferencia entre una y otra contestación. La segunda supone el derecho de remitir Cónsul, y sólo exige la constancia del nombramiento de la persona. La dada a Barra da a entender como que antes de toda contestación se necesitase saber qué autoridad y en qué forma le nombra o al menos deja abierta la puerta para decir después de haber entorpecido y embromado algún tiempo que el diploma aparece expedido por una autoridad que el gobierno inglés hasta ahora no ha reconocido. Puede ser que mis temores sean ilusorios, y que al cabo el Ministerio concluya poniendo su exequátur; pero ellos son muy fundados, porque Gobierno que puede nombrar Cónsul, puede nombrar del mismísimo modo Ministro Plenipotenciario y Embajador; y si el Rey de Inglaterra pone al pie del diploma expedido a Barra: “Por cuanto el Presidente de la República de Chile ha nombrado Cónsul general de aquel Estado en estos Reinos a don N.; por tanto mando a todos mis Tribunales, Gobernadores y súbditos que le reconozcan como tal, guardándole los privilegios que le corresponden, por derecho de gentes”, no puede dejar de admitir la credencial que le presente un Embajador o un Plenipotenciario, y reconocerlo en este carácter, ni menos dejar de reconocer solemnemente la completa independencia y soberanía de un Estado cuyos Cónsules manda reconocer el mismo Rey, suscribiendo el diploma expedido por su gobierno y apellidando a éste en su decreto con los títulos que él se da y mencionando formalmente que el país es una república o un estado independiente. En una palabra, el exequátur extendido en esta forma es un expreso y terminante reconocimiento de la independencia, tan cabal en la sustancia como lo sería la celebración de tratados, y más directo y terminante que esto, en la forma. Ni aún a Pinto, o Zegers, tales como son, puede ocultarse esta reflexión; y por tanto es de presumir que con este esfuerzo de sagacidad se glorían de arrancar de la Inglaterra el reconocimiento que tan indignamente ha hecho el primero perder a Chile; pero puede aplicárseles lo que doña Ana me contaba había dicho el Padre Ignacio García a la hermana Ignacia: “ni tú eres tan hábil que puedas engañarme, ni yo tan zonzo que me deje engañar de ti; mira el alma que pensaba engañarme”. Entre tanto, cada día me confirmo más en que he hecho muy bien en permanecer en París mientras se deslinda este negocio, porque así los que no me conocen como los que creen que mi destino es una cucaña, podrían atribuir su mal éxito a torcida intención mía, o cuando menos a negligencia. De las diligencias que haga el mismo interesado deben estar muy seguros, y cuando él nada logre, no por eso habrá que sospechar de su buena voluntad. Voy ahora a Londres a auxiliarle, pero esto es cuando ya debe estar conocido en Chile que el no haberse obtenido una resolución favorable no ha pendido de falta de empeño. Mi auxilio en este negocio es de ninguna consecuencia, porque yo no he de poder hacer más que Barra; y si yo hubiera creído que mi presencia allanaría dificultades que éste no pudiese vencer, desde el principio habría ido a hacer diligencias, sin tener consideración alguna al qué dirán en Chile.
Volviendo a mi partida, Ud. no puede figurarse cuánto se padece aquí con ópticos, libreros, encuadernadores, carpinteros, estatuarios, loceros, sastres, etc., etc. Son tan embusteros como los nuestros, y les exceden en mala fe, en la proporción de un millón a uno. He sufrido increíblemente y apenas puedo salir avante en las frioleras que les he mandado hacer. Esta casita de Peñalolén me ha quebrado; pero yo debo cumplir mi palabra de llevarle todos sus adornos; y por otra parte jamás veo una cosa que me parezca bien o de cualquier modo me interese, sin que al momento no lo tenga a Ud. presente y me llene de deseos de proporcionársela. En la compra de libros, de instrumentos y máquinas, de estampas, de útiles domésticos, etc., sólo ha presidido la memoria de Ud. ¡Cuánto no sería mi gusto si pudiese yo contribuir a que Ud. pasase unos ratos agradables! ¡Qué mejor empleo podrían tener mis esfuerzos y mi dinero! Con esto y dedicándome toda mi vida a cuidar y complacer a Ud., no haría más que intentar pagar una pequeña parte de lo mucho que debo a Ud. Dejando aparte las obligaciones de hijo que apenas puede alcanzar a satisfacer toda la gratitud humana, tengo yo para con Ud. una deuda tan grande de oficios de supererogación, que por mucho que yo hiciese, jamás podría pagar dignamente. Todos los días dedico un rato para pensar ex profeso en esto, considerar cual habría sido mi suerte sin Ud. y pedir a Dios que corresponda a Ud. por los medios acostumbrados de su providencia compensando a Ud. a más de la vida eterna, con que reciba gustos y satisfacciones de sus hijos y sus nietos. Vamos a nuestra casita.
Esta va a ser nuestro lugar de retiro, nuestro recreo, nuestro museo, y a confirmarlo a Ud. en los deseos que ya tenía antes de que lo desterrasen a Peñalolén. Como en el paquete siguiente recibirá Ud. las facturas y conocimientos, ya no me puedo proporcionar el placer de la sorpresa, porque llegarán así como el buque antes que yo. He sufrido mucho (y especialmente en la línea de melancolía y de flato) durante nuestra ausencia; y a más del gran gusto de abrazar a todos ustedes empezando por Ud. y mi madre, capaz de hacerme olvidar todas mis penas, en los paraísos con que me suelo distraer pongo siempre por apéndice el placer de ir entregando por mi mano a cada uno las cosas que le destino, explicándoles su uso, haciéndoles adivinar lo que son, sacando cada envoltorio oculto, hasta ver que mi madre y Dolores atinen con lo que contiene, etc. Después de visto el gran mundo, y andado el curso de la mitad de la vida, se viene a encontrar que en estos gustos sencillos y si se quiere pueriles y en estas recreaciones domésticas se halla sólo el verdadero placer. Así es que de poco tiempo después de llegado a Londres tengo en mi poder mil frioleras, especialmente para mi madre y las niñas, que he reservado para entregárselas personalmente, no habiendo nunca sospechado que mi vuelta la hubiese dilatado tanto.
Tiene la casita primeramente la mejor librería de Chile, una de las mejores que puedan hallarse en América, y que sería muy decente en Europa. En esta parte me he excedido, porque sin poderme contener he comprado muchos más libros de los que me había propuesto comprar. Pasan de 4.000 los volúmenes que llevo, y creo que completaremos 6.000 con los que hay en ésa. Todos son escogidos por personas de la primera literatura y gusto que me han hecho favor de darme sus listas, entre los cuales se encuentran mis conocidos con quienes me visito, Destutt de Tracy, Grégoire, Jullien, Say, Degerando, y mi tertuliana la princesa de Salm, insigne poetisa y autora, Warden y otros. ¡Qué tesoro literario! ¡Qué obras clásicas salidas en estos últimos treinta años nos eran desconocidas! Y de las anteriores a esta fecha, cuánto ignorábamos. En estos países es donde se viene a conocer el atraso en que se hallaban todos los dominios españoles. Nuestra librería excede en gusto, elección y verdadera riqueza literaria a la de los señores Medina, Salas, Rojas, etc., etc. En los ramos de apología de la Religión, moralista y metafísica, economía política, derecho público, principios de la legislación y diplomacia, tratados de elocuencia, historia y crítica literaria, historia y viajes, agricultura, jardinería y ocupaciones campestres, es copiosa y completa, y creo que Ud. tendrá un buen rato leyendo el catálogo que acompañaré a las facturas. ¡Qué repuesto para los días que nos restan en la tranquilidad de Peñalolén! Ud. se hará cargo de que no sólo no faltará una sola de las obras que me ha indicado, o que yo conociendo el gusto de Ud. haya juzgado que le agradarán, sino que irá todo lo que sobre estas materias se haya publicado de bueno, como v. gr: sobre magnetismo animal y tratados sobre la felicidad humana fundada en el cumplimiento de los deberes religiosos y morales. Esta librería se colocará en dos salones que dispondrá el dueño de la casita. Estos se empapelarán con un papel que contenga varios cuadros y figuras análogas. Los estantes estarán todos cubiertos con cristales y sus llaves. Por todo el derredor irán colocados sobre pequeñas columnas los bustos en mármol de Demóstenes, Cicerón, Virgilio, Homero, Platón, Sócrates, Montesquieu, Buffon, Rousseau, Voltaire y Napoleón. En la testera irá un buró o mesa de escribir grande con sus atriles y sillas al derredor, el pavimento estará alfombrado, y en medio de los salones una araña de bronce. Tiene la casita su museo que será una sala donde colocaremos todos los instrumentos, físicos, ópticos, astronómicos y geográficos en sus estantes con cristales; los mapas, atlas, libros de grabados y pinturas, algunos cuadros, y todo lo que sea curiosidades literarias y científicas. Tiene la casita una imprenta muy bonita y regularmente abundante, copias de impresiones largas, surtida con todos sus útiles y adherentes. Esta se colocará en otra sala expresa para este destino. Ella servirá para las producciones literarias y traducciones, diarios y papeles que queramos publicar, ya sea abiertamente o ya guardando un riguroso incógnito y suponiendo hecha la edición en otro país.
Tiene la casita una imprenta litográfica para abreviar el trabajo cuando necesitemos varios ejemplares de un manuscrito, o para echar al público con esta clase de caracteres las obras que queramos.
Tiene la casita un gran faro construido en el último y perfeccionado estilo de los de los puertos de Inglaterra y Francia, su luz se percibe a ocho leguas de distancia. Su destino, es, después, de alumbrar las cercanías de la casita con una luz vivísima, hacer señales a Santiago; a cuyo efecto estableciendo un lenguaje de convención, se avisa lo que se quiere por medio de los vidrios de diferentes colores que se mudan a voluntad, sin más que tirar desde abajo una cuerda. Y porque los colores se pierden a gran distancia (aunque creo que alcanzarán a percibirse desde Santiago, porque yo en los ensayos que se han hecho con este mismo faro, los he percibido muy claramente desde San Dionisio que dista dos leguas de París) hay otro juego de señales que consiste en unas láminas que modifican de varias maneras la salida de la luz con lo que dan a ésta diversas figuras. La luz que produce el alcohol, y de que Ud. me habló en cartas anteriores, aunque muy viva, es sólo instantánea, y no puede servir para un lenguaje de señales, ni para señales permanentes, por lo cual no ha podido adoptarse para los puertos. Todo esto me ha explicado aquí un insigne óptico, discípulo del célebre Fresnel [1], el mismo que me ha fabricado el faro. Lo hemos ensayado por dos noches consecutivas en el camino de Fontainebleau a cuatro leguas de distancia de París y en San Dionisio, y me ha parecido bien. Tiene la casita para su jardín ocho hermosísimas estatuas de mármol artificial, esta invención ahorra el gran trabajo de cincelar una piedra tan dura como el mármol, y deja las estatuas con una perfección igual a sus modelos; y la materia siempre es la misma, a saber mármol. Estas estatuas son el Apolo de Belvedere; la Diana cazadora; la Venus de Médicis; la Hebe de Canova; Flora; Baco; Aristeo, y un Fauno. El Apolo y la Diana son colosales y cosa muy buena, y todas perfectas imitaciones. La Venus y la Hebe son destinadas para fuentes. La primera arrojará el agua por el Delfín que tiene a los pies, y la segunda por el jarro con que hace ademán de verter el néctar. No han alcanzado mis fuerzas para llevar más, principalmente unos hermosos leones que tenía yo vistos para otra fuente; pero he tratado con el Director de la Fábrica el modo con que, si necesito más estatuas de Chile, me las ha de remitir. Tiene la casita para su jardín también, diez vasos etruscos o grandes floreros de mármol de colores para acompañar las estatuas y situarse a sus lados; obra magnífica y que sentará bien en los jardines de Versailles y Tullerías.
Tiene la casita para los árboles de hierro consabidos de su jardín sesenta macetas o floreros de loza de diversos colores y de una figura graciosa y elegante; cada una de poco menos de media vara de alto, o tal vez más, porque al hacerla se encontró que puestas en elevación no podrían aparecer graciosas si tuviesen menor altura. En caso que por algún accidente no tuviesen su primitiva aplicación para los árboles, servirían divinamente para colocarse sobre pequeñas columnas en el jardín.
Tiene la casita nada menos que doce cosmoramas, y cada uno con tres lienzos o cuadros, es decir, hay cuarenta representaciones de vistas de ciudades, puertos, jardines, palacios, templos, campos, montes, que jurarán Uds. mil veces que están viendo por sus propios ojos los objetos que se representan. Pero es preciso hacer el cuarto o edificio a propósito para colocarlos. Creo que se hará muy fácilmente y a poco costo. Tiene la casita un soberbio billar de caoba, grande y con todo su aparato de arañas, guarda-tacos, reglas del juego, etc., etc. Es alhaja para un sitio real. Tiene la casita una colección de todos los juegos que aquí se usan para entretenerse en el campo, y entre ellos una mesa que sirve para escribir, jugar baraja, damas, ajedrez, craquete, etc. Ya Ud. habrá visto entre mis muebles la bagatela que mandé que es un pequeño billar para que jueguen las damas. Tiene la casita una iluminación para su jardín en las noches de alguna celebridad doméstica como cumpleaños, días de santo, aniversario de casamientos, etc. Esta iluminación compuesta de vidrios de colores debe hacer una vista muy hermosa.
Tiene la casita una colección de instrumentos de jardinería en todos sus ramos. Los hay para limpiar caminos, aplanarlos, arrasar yerbas, cortar y trasquilar árboles y arbustos, podar, injertar, sacar piedras de los terrenos pedregosos, limpiar estanques, coger frutas, cortar flores, injertarlas, limpiar los árboles, etc., etc.
Tiene la casita un gran cuadrante solar hecho en mármol a la latitud de Peñalolén, otro más pequeño, un reloj de sala y otro despertador. Tiene la casita dos magníficos cuadros, pintura de mano maestra y que han estado en la exposición del Louvre: uno que representa el amor durmiendo, y otro a dos ninfas. A éste se agregará el que Rosales habrá entregado a Ud. que es de mano superior, hecho por el pintor del Duque de Orleans, artífice de nombre, y que también estuvo en la exposición del Louvre.
Tiene la casita para su oratorio, o para el lugar donde Ud. quiera colocarla, una hermosísima Virgen de Dolores hecha por la misma mano que el amor dormido (que para objetos dulces y melancólicos es mejor) y en la que le encargué echara todo el resto de su destreza, porque estaba destinada para ser el primer regalo que presentase yo a Ud. Allí verá Ud. lo que jamás exprimen nuestros pintores, el dolor aunque intenso acompañado de la resignación propia de una virtud heroica, y recayendo sobre un alma llena de dulzura.
Tiene la casita muy buenos cuadros grabados y entre ellos dos imitaciones de Tiziano, una representando al Salvador y otra a la Virgen Santísima, la transfiguración de Rafael, la bajada de la Cruz de Rubens, etc., etc.
Tiene la casita una colección de retratos de los personajes más célebres de todo el mundo; y por separado una colección de hombres ilustres de América; y tiene también varios cuadros de grabados de objetos literarios y curiosos, como estados comparativos de las montañas del mundo, de los ríos, de la cronología de los pueblos, de su origen, del sistema del Dr. Gall, etc., etc. Tiene además en esta línea la casita una alhaja que estoy seguro que no posee ningún establecimiento ni persona particular de América. Esta es la Galería de Florencia con figuras avant la lettre. Qué dirán en Chile cuando sepan que aquí hay obras de que cada volumen cuesta 200 pesos. Esa galería está destinada para regalo que haga a Ud. su nueva hija. Me acuerdo que cuando yo era muchacho encargaba Ud. repetidamente a Madrid una colección de los retratos de los personajes célebres de la revolución francesa, y nunca pudo conseguirlos. Ahora los tiene Ud. empezando por el magnífico retrato grande de Napoleón. Ya se hará Ud. cargo que a la casita no le puede faltar una abundante colección de libros que tratan de la construcción de jardines, estanques, paseos, alamedas, laberintos, etc., etc., puentes rústicos con hermosas láminas que representan todas las clases que hay de ellos y sus decoraciones, con la construcción de muebles campestres. Para sólo la construcción de casas de campo sin entrar en jardines, etc., tengo dos tomos en folio de láminas.
Tiene la casita una hermosísima mesa de caoba inglesa para comer en número considerable de personas; y su servicio completo de manteles, servilletas, cucharas, tenedores, y cuchillos de todas clases, así como un servicio completo de loza y cristales para comida, dessert, café, té y helados, inclusive tarros de estaño a la parisiense (que no están sujetos a agujerearse como los de lata que se usan en Chile) para helar, y moldes para helados. Entre estos útiles nombraré a Ud. dos, que por lo que le he oído otras veces sé que le han de agradar mucho: el torno para asar carne, y una maquinita para cocer huevos de modo que no se endurezcan y salgan todos con igual grado de cocidos. También es digna de mención la cafetera francesa que produce un café exquisito sin que cueste trabajo hacerlo.
Tiene la casita un surtimiento completo de lámparas para iluminar las galerías y una araña de bronce para en medio. Tiene la casita sus empapelados análogos, representando vistas campestres; su alfombrado para las salas principales; una mesa redonda hermosa para la lotería y otros juegos en sociedad, y otros muebles de que la surtiremos como mesitas, catres, lavabos, un baño portátil, etc. Yo llevo aquí colchas para adornar las camas de los huéspedes que tengamos. Confío en que Ud. me señalará un cuarto expresamente en la casita. En él colocaremos un catre al que he mandado poner esta inscripción:
Tam que pan semper sit Venus equa jugo:
Diliga ipsa senem quondam; sed et illa marito,
Tunc quoque cum fuerit, non videatur anus.
Este cuarto debe llevar tres retratos: el de Ud., el de mi madre y el de Rosario; y me ha prometido M. Monvoisin que los hará iguales al mío con sólo que le mande de Chile unas pinturas grandes bien parecidas, aunque sean mal hechas. Entre tanto me contentaré con poner el grabado de Ud. y uno que tengo de Rosario. Aquél llevará por inscripción: Eum qüem necesse erat diligere talem habemus ut libertisime qüoque diligamus. Y éste: Gratier et pulcro veniens in corpore virtus. Sobre la puerta de este cuarto pondremos:
Hic nemus; hic toto tecums consumerer quo.
Si Ud. no ha elegido alguna inscripción para poner en la fachada de la casita, le presento estas dos.
Dives opum variarum, hic latis otia fundis
Speluncae vivique lacus; hic frigida tempe
Mugitusque bonus, mollesque sur arbore somni.
O esta otra:
Curantem quidquid dignum sapientem bounmque est.
En la puerta segunda que separa las galerías pondremos: Hic est aut nusquam quod quaerimus. Y por último, en la segunda galería pondremos: Restat iter coelo: coclum tentabimus ire.
En fin: dejando a un lado inscripciones, porque ya esto se parece al prólogo de la primera parte de don Quijote, o a la cena de Fr. Gerundio, la casita, como Ud. ve, tiene sus principales menesteres y decoraciones, y me prometo pasar en ella en compañía de Ud. ratos muy tranquilos y gustosos. Tengo aquí un considerable repuesto de instrumentos que añadir a los que ya están en ésa, y otras mil pequeñas curiosidades que sería largo enumerar ahora. Todo esto, como dije al principio, debe embarcarse dentro de un mes a lo más. Van cajones que requieren mucho cuidado y otros de interés. Los espejos, los cajones de lozas y cristal, los vasos etruscos, las estatuas, los floreros, los vidrios del cosmorama, los instrumentos físicos, etc., requieren grande cuidado en el desembarco y transporte. Si nos quiebran el Apolo, la Diana, o la Venus, nos fundieron. Van unos cajones de trajes y ropa que nos harían un grave daño si nos robasen algo. Es necesario que Ud. busque una persona muy de confianza en Valparaíso, que cuide del desembarco, recibo y dirección a Santiago. No sé si Ud. tendrá por conveniente valerse de Domingo Otaegui, que según me han escrito debe a esta fecha estar casado con la Pepa Zuazagoitía. Escríbale Ud. en mi nombre, o elija Ud. la persona que hallare más adecuada. La casa estará ya llena de retratos míos. Algunos cajones hará Ud. ir en derechura a Peñalolén donde es su destino. De otros voy a hacer consignataria a Dolores v. gr: los de ropa que ella guardará en su cuarto, sin perjuicio de los derechos que a esta custodia tocan a mi madre y a Luisita, si está en casa, como principales interesadas en este artículo. Creo (porque no me ha dicho Ud. nada en contra) que la vez pasada no hubo novedad en cuanto a querer exigir derechos de introducción de esto que es mi equipaje. En todo evento Ud. tiene la copia que le mandé entonces del decreto que no sólo exime de derechos sino aún de registro los equipajes de los Enviados de la misma república, y además la seguridad de nuestra conciencia pues no va nada que no sea para mi casa, rigurosamente hablando. Por las mismas razones no puede ocurrir dificultad alguna para la introducción de una tonelada (cuatro pipas) de vino de Burdeos, y unas botellas de champaña de Frontignan y de Rosalis que pienso también mandar, y medio saco de café de Moka, aunque éstos sean efectos estancados.
A Cienfuegos lo acaba de hacer el Papa, Obispo de Concepción y Gobernador eclesiástico del obispado de Santiago: esto es coadministrador de esta diócesis; porque vive don José Santiago. No he recibido carta de él; pero me parece que no se puede dudar de la noticia. A Dios mi padre muy amado. Mil cosas a mi madre, a Chabelita, Dolores, Luisita, Ríos, Juan, Juan Ramón y a todos los de casa.
Notas.
- ↑ Se refiere a Juan Agustín Fresnel (1788-1827), quien en 1814 inició sus investigaciones sobre los haces de interferencia de la luz. Sus ideas contribuyeron al desarrollo de la teoría ondulatoria de la luz. Inventó un tipo especial de lente para faros, de mayor eficiencia que los comúnmente usados en la época.