Página de mi cartera
«A mi la tempestad, á ti bonanza.»
¿Qué nube, qué celaje de tristeza
El cielo de tu frente está sombreando?
¿Qué espina el corazon te está punzando
Con bárbaro rigor?
¿Por qué la pura flor de tu alma bella
Sus albas hojas pliega entristecida?
¿Que acíbar en la copa de tu vida
Derrama hoy cl dolor?
¿Qué brisa melancólica, Dios mio,
Bate á ese sér á quien adoro tanto?
¿Qué húmeda huella de reciente llanto
En sus ojos se vé?
¿El gusano roedor de una honda pena
Su pobre corazon está mordiendo?
¿Qué haee allí sola, de la fiesta huyendo?
¿Por qué sufre, porqué?
Oye, escucha mi Dios; sabes que la amo
Con amor digno de ella, amor sublime;
Amor que en lo hondo de mi pecho gime
Carbonizandolo:
Sabes que llevo el corazon herido
Por el dardo mortal de ese amor mismo,
Y que llorando mido el negro abismo
Abierto entre ella y yo.
Oye, escucha mi Dios; no sé mi culpa,
Pero sé que á llorar yo vine al mundo:
Para mí no es arcano muy profundo
El de mi porvenir.
Es porvenir de duelo, es el hastío
El desencanto, el sufrimiento mudo;
Tal vez el crímen, .... porque á veces dudo
Si debo ó no vivir!
Pues bien, Señor.—en el amargo cáliz
De mi dolor, de mi esperanza rota,
Todavia caber puede una gota;
Derrámala nomás.
Pero en la copa de la vida de ella
Solamente, Señor, derrama almíbar,
Aunque yo viva devorando acíbar
Por siempre y por jamás.