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no están contentos; los pastores calvinistas murmuran; estos pedantes le miraban como el sostén de la buena causa, le admiraban cuando encerraba en un calabozo a los magistrados de Leipzig y vendía sus camas para sacar dinero. Pero desde que se le ha ocurrido traducir unos pasajes de Séneca, de Lucrecio y de Cicerón, le miran como a un monstruo. Los clérigos canonizarían a un forajido devoto.
Fin