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sia hacerse la guerra en verso: espectáculo nuevo en el mundo. Me procuré un placer diferente: el de ser más cauto que Federico; le escribí que su obra era muy hermosa, pero que no debía publicarla, que no tenía necesidad de esa gloria, que no debía cerrarse todos los caminos para una reconciliación con el rey de Francia, ni enojarle sin remedio, y obligarle a los mayores esfuerzos para tomar sobre él justa venganza. Añadía que mi sobrina había quemado la oda, muerta de miedo ante el peligro de que me la imputasen. Me creyó y me dió las gracias, no sin algunos reproches por haber quemado los mejores versos que había hecho en su vida. El duque de Choiseul, por su lado, cumplió su palabra y se calló.

Para que la burla fuese completa se me ocurrió asentar los primeros cimientos de la paz de Europa sobre esas dos obras, al parecer destinadas a perpetuar la guerra hasta el aplastamiento de Federico.

De mi correspondencia con Choiseul nació esa idea, y me pareció tan ridícula, tan digna de cuanto estaba pasando, que la adopté; me procuraba la satisfacción de comprobar por mí mismo sobre qué frágiles goznes giran los destinos de los imperios. El duque de Choiseul me escribió varias cartas ostensibles, concebidas de modo que el rey de Prusia pudiera aventurarse a hacer ofertas de paz sin que Austria encontrara motivo para recelar del Ministerio de Francia; y Federico me escribió otras parecidas, en las que esquivaba el Higilized by