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con el señor de Stahremberg, embajador de Austria, a despecho de Rouillé, entonces ministro de Negocios Extranjeros. La marquesa de Pompadour dirigió la negociación: a Rouillé se le obligó a firmar el tratado, conjuntamente con el abate de Bernis, caso sin precedentes. Hay que confesar que el ministro Rouillé era el secretario de Estado más inepto que haya tenido nunca un rey de Francia, y el pedante más ignaro entre la gente de toga. Un día preguntó si la Veteravis está en Italia, Mientras no hubo asuntos difíciles que tratar, lo soportaron; pero en cuanto hubo grandes proyectos, comprendieron su incapacidad, fué despedido y el abate de Bernis ocupó su puesto.

La señorita Poisson, casada después con Le Normand y luego marquesa de Pompadour, era el verdadero primer ministro. Algunas palabras ofensivas lanzadas contra ella por Federico, que no perdonaba ni a las mujeres ni a los poetas, hirieron en el corazón a la marquesa y contribuye ron no poco a esa revolución en el sistema europeo, que 'reunió en un momento las casas de Francia y de Austria, después de más de doscientos años de un odio tenido por inmortal. La corte de Francía, que en 1741 intentó aplastar a Austria, la sostuvo en 1756, y se vió, en fin, a Francia, Rusia, Suecia, Hungría, a la mitad de Alemania y al fiscal del Imperio declarados contra el marqués de Brandeburgo solo.

Este príncipe, cuyo abuelo apenas podía sos-