Continuaba yo unido a la marquesa del Chatelet por una amistad inalterable y por la afición al estudio. Vivíamos juntos en París y en el campo. Cirey está en los confines de la Lorena. EI rey Estanislao tenía entonces su corte, pequeña y agradable, en Luneville. Tan viejo y devoto como era, tenía una querida: la marquesa de Boufflers.
Repartía su alma entre la marquesa y un jesuíta llamado Menou, el clérigo más intrigante y audaz que he conocido. El hombre había sacado al rey cerca de un millón, valiéndose de su mujer, a quien gobernó a su antojo, y empleó parte de él en construir una casa magnífica para sí y otros jesuítas en Nancy. La casa tenía de dotación veinticuatro mil libras de renta, doce mil para la mesa de Menou y el respeto para regalar a quien quisiera.
La querida no tenía, ni con mucho, tan buena paga. Apenas si le sacaba entonces al rey de Polonia lo bastante para vestirse; sin embargo, el jesuíta codiciaba su porción, y tenía furiosa envidia a la marquesa. Al pobre rey le costaba todos los días gran trabajo, al salir de misa, reconciliar a su confesor y a su querida.
En fin, el jesuíta, habiendo oído hablar de la marquesa del Chatelet, que aun estaba de buen ver, imaginó reemplazar con ella a la marquesa de Boufflers. Estanislao se metía a veces a escribir algunas obrillas bastante malas; Menou creyó que una mujer autor tendría sobre él mayor ascendiente que otra alguna. Sin más ni más by 1