ateniéndose al dibujo hecho por el mismo rey. El cuadro era una magnífica priapea. Veíanse en él hombres y mujeres abrazados, ninfas debajo de sátiros, amores que jugaban los juegos de Giton y Escolpo, unas cuantas personas que contemplaban con arrobamiento esos combates, tórtolas besándose, chivos y moruecos que saltaban sobre las cabras y ovejas.
Las comidas no eran a menudo menos filosóficas.
Cualquiera que llegase de improviso y nos oyera, hubiera creído, al ver aquel cuadro, ofr a los sie te sabios de Grecia en un burdel. Jamás en ningún lugar del mundo se ha hablado con tanta libertad de las supersticiones humanas, ni se las ha tratado con más burla ni desprecio. A Dios se le respetaba; pero no perdonábamos a ninguno de los que, en nombre suyo, han engañado a los hombres.
Nunca entraban en palacio mujeres ni clérigos.
En una palabra, Federico vivía sin corte, sin consejo y sin culto.
Unos jueces provincianos quisieron quemar a cierto infeliz campesino acusado por un clérigo de una intriga galante con una pollina: no podía ejecutarse a nadie sin que el rey confirmase Ja sentencia, ley muy humana, practicada en Inglaterra y en otros países; Federico escribió al pie de la sentencia que concedía en sus Estados libertad de conciencia y de V......
Un clérigo de las cercanías de Stettin, escandalizado de tanta indulgencia, deslizó en un serDigiliby 1