zuras de la existencia que el difunto rey había desdeñado con exceso; algunas personas tenían muebles; la mayor parte incluso llevaban camisa; en el reinado precedente apenas se conocía más que las pecheras, atadas con unos cordones; el rey reinante se crió de ese modo. Las cosas cambiaban a ojos vistas. Lacedemonia se transformaba en Atenas. Roturáronse los yermos; ciente tres pueblos se levantaron en pantanos desecados. No por eso el rey se olvidaba de la música ni de los libros; no había, pues, razón para guardarme rencor por llamarle el Salomón del Norte.
En mis cartas le daba yo ese remoquete, que le duró mucho tiempo.
Las cosas de Francia no iban tan bien como Jas suyas. Gozaba Federico del placer secreto de ver cómo los franceses perecían en Alemania, después que su intervención le había valido la Silesia. La corte de Francia perdía tropas, dinero, gloria y crédito por haber llevado al Imperio a Carlos VII; y el emperador lo perdía todo por haber creído que los franceses le sostendrían.
El cardenal Fleury murió el 29 de enero de, a los noventa años de edad; nunca había liegado nadie tar tarde al Gobierno, y nunca mixistro alguno se había sostenido en su puesto tanto tiempo. Su fortuna comenzó a los setenta y tres años de edad, siendo verdadero rey de Francia, y lo fué sin contradicción hasta su muerte; afectó siempre gran modestia, no amontonó riquezas, vivió sin fausto, limitándose úniDaylist by