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Prusia huyó. El monarca volvió al día siguiente, y el general victorioso cayó casi en desgracia.

Yo volví a filosofar a mi retiro de Cirey. Pasaba los inviernos en París, donde mis enemigo: eran legión; porque, habiéndoseme ocurrido escribir mucho tiempo antes la Historia de Carlos XII y dar al teatro algunas obras, componer incluso un poema épico, me perseguían, como es de razón, cuantos se las daban de escritores y de poetas. Y como había llevado mi atrevimiento hasta escribir de filosofía, era de rigor que todos los llamados devotos me tratasen de ateo, según costumbre añeja.

Yo fuí el primero que se atrevió a desenvolver, en lengua inteligible para mi nación, los descubrimientos de Newton. Los prejuicios cartesiaos habían substituído en Francia a los prejuicios peripatéticos, y estaban entonces arraigados de tal modo, que el canciller Aguesseau consideraba enemigo de la razón y del Estado a quier adoptaba los descubrimientos hechos en Inglaterra. No consintió jamás en otorgar el privilegio de impresión para los Elementos de la filosofia de Newton.

Era yo gran admirador de Locke; parecíame el único metafísico razonable; alababa en él, sobre todo, la circunspección tan nueva, tan pru..dente y, al mismo tiempo, tan audaz, con que afirma la insuficiencia de las luces de nuestra razón, para sostener que Dios no puede otorgar el don