fesó en un principio las ideas de Leibnitz, y desenvolvió parte de su sistema en un libro muy bien escrito, titulado Instituciones de Física. No trató de engalanar esa filosofía con ornamentos extraños; tamaña afectación no cuadraba con su carácter viril y recto. Su estilo era todo claridad, precisión y elegancia. Toda la verosimilitud que alguna vez puedan haber revestido las ideas de Leibnitz ha de buscarse en ese libro. Pero ya cmpieza hoy a no preocupar lo que Leibnitz haya pensado.
Su vocación por la verdad le hizo abandonar muy pronto los sistemas, y se aplicó a los descubrimientos del gran Newton. Tradujo al francés todo el libro de los Principios matemáticos; después, robustecidos sus conocimientos, añadió a ese libro, entendido de muy pocos, un comentario algebraico no más al alcance del común de los lectores. Clairault, uno de nuestros mejores geómetras, lo revisó con escrupulosidad. Hay empezada una edición de él; no es honroso para nuestro siglo que esté sin acabar.
Cultivábamos en Cirey todas las artes. Allí compuse Alzira, Merope, El hijo pródigo, Mahoma. Trabajé para la marquesa en un Ensayo 80bre la historia general, desde Carlomagno hasta nuestros días; escogí la época de Carlomagno, porque en' ella se detuvo Bossuet, y no me atrevia a tocar lo ya tratado por tan grande hombre.
Pero a la marquesa no le satisfacía la Historia Universal de aquel prelado. La encontraba eloDegility