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cida a la rara (véase esta voz), descrita por los naturalistas con la designación de Chlorospiza fruticeti.


Chañar, m. (Gourlica decorticans).

«En la misma provincia se dan los árboles que llaman chañar; dan una fruta como ciruelas zaragocíes con un hueso dentro como hueso de aceituna; la carne es algo dulce, al modo de azufaifa; el árbol se da en los montes secos y es del tamaño y hechura del olivo y se le parece en las hojas; es espinoso como el cidro y su cascara es amarilla.» Rosales.

«Los habitantes del país conocen las lúcumas silvestres bajo los nombres de bellota, queule y chañar...».

El chañar arroja un tronco de treinta pies de alto, poblado de ramas espinosas y de hojas casi ovales y sin pezoncillo, sus frutas son redondas como las del queule, mantecosas y de muy buen sabor...» Molina.

El nombre Chañar aparece ya en los documentos de la época de la conquista, pues en una información de testigos levantada en 1557 se menciona varias veces el lugar de ese nombre, situado no lejos de Copiapó. Medina, Documentos inéditos. t. XXVIII, p. 121 y 124. Aun permanece su nombre, y cambiado también en Chañaral y en su diminutivo Chañarcillo.

Lenz, n. 348.


Chaura. f. (Gauttheria crespitosa).

Arbusto de las ericáceas, con frutos comestibles, parecidos a la murta. «La provincia se llamó Chauracaguín, por nacer allí muchas matas llamadas chaura.» Rosales. Hay otra especie que no se come, y es la que Febrés y Hernández definen respectivamente: «Chaura, una murta que no se come.» «Chaura, mata rosada que da murtilla, pero no comestible.»

Lenz, n. 370.


Chépica. f. (Paspalus vaginatus).

«La chépica es una yerba pequeña, sus hojas al modo de las de la zanahoria.» Rosales, «...grama, aquí chépica.» Olivares. En araucauo, de cuyo idioma procede, se llama chedpica.