su amor sin limites al trabajo y su bondad nunca desmentida, siempre tan claro como conciso en sus descripciones, que he de seguirlas con preferencia a todas.
Alguna mención merecen también para nuestro objete el estudio acerca de las plantas medicinales de Chile del doctor don Adolfo Murillo, y los varios de don Carlos Reiche sobre nuestra botánica, especialmente el que dedicó a las malezas de Chile.
Tal era el caudal de fuentes escritas (para no hablar de elude menor importancia) que existía cuando el doctor don Rodolfo Lenz comenzó la publicación de su Diccionario Etimológico, terminado de imprimir en 1910, vasto arsenal de nombres indígenas chilenos, tratados con método científico, abundantísimo en citas de las fuentes atendibles y lleno de observaciones casi siempre muy atinadas, que habrían sido de mas fuerza, en cuanto se refiere a la parte castellana, si no estuviesen emitidas a veces con cierta acrimonia... Cierto es también que los medios de información de que de ordinario se valió, cuando faltaban los testimonios escritos, cuáles eran, los datos que le suministraron sus jóvenes alumnos chilenos, pecan en ocasiones por yerros de pronunciación, que su calidad de extranjero no le permitió siempre salvar, y que el método a que se ajusta en la escritura de las voces, que le lleva a desechar siempre la g para reemplazarla por la h, no puede aceptarse como norma invariable; pero todo eso es nada, comparado con lo mucho, muchísimo de provecho que de su obra puede sacarse.
Honra asimismo de nuestras letras es el Diccionario de Chilenismos de mi doctísimo compañero de Academia, don Manuel Antonio Román, cuyo tomo IV. que comprende hasta la letra Q, acaba de publicarse.
No escaseaban, en verdad, los estudios sobre nuestros chilenismos, que por ser bien conocidos, no necesito enumerar; pero todos ellos resultan de poco alcance comparados con este libro, por las muchísimas voces y frases que contiene de nuestra habla, en las que se nos enseña a distinguir lo correcto de lo que no lo es, con ejemplos y digresiones filológicas que acusan tanto su saber como su tesonera labor, siempre llevando