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Y también sólo así se explica científicamente ese sinnúmero de nombres geográficos, netamente quechua, en aquellas regiones cuyos habitantes, considerados desde el punto lingüístico, á todas luces eran distintos de los quechuas del Perú.

Fué el gran D'Orbigny quien acabó con el panquichuísmo andino, considerando á los Llipes ó Atacameños como eslabón entre los quechuas y los araucanos.

A éste siguió el sabio naturalista doctor [[Autor:Autor:Rodulfo Amando Philippi |Rodolfo A. Philippi]], que nos trajo las primeras noticias sobre el idioma de los indios atacameños, publicando en su hermosa obra unas 60 palabras. Según él, la lengua atacameña parece totalmente distinta del quechua, del aymará y del mapuche ó araucano.

En 1869, el viajero alemán Juan Diego de Tschudi, que había viajado por el desierto de Atacama, publicó 52 palabras y dos versiones de la oración dominical en la lengua atacameña. La teoría de Tschudi con respecto á la filiación lingüística de los indígenas del desierto, aunque no comprobada por él mismo, es, sin embargo, por todos conceptos, la más certera. El los consideraba como fracciones, refugiadas en las escarpadas serranías, del pueblo calchaquí, del cual se encuentran todavía numerosos restos, puros y mestizos, en los diversos distritos de las provincias argentinas de Salta, de Catamarca y de La Rioja.

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