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= Me hombres, y pide a Dios, con lágrimas, no lo proclame heraldo de su cólera. Pero Jehová no le oye, y devorando él, su dolor, profetiza con- tra Joakim y contra Sedecías, contra Jerusalén y contra los habitantes de Anathoth. Ostenta en el cuello el símbolo de la cautividad que es- pera a Israel. Un falso profeta arrebata la ca- dena y la rompe : reyes, sacrificadores, pueblo, claman a Ananías y maldicen al varón de virtud, bondad y plegaria. En el calabozo, lleno de re- signada paciencia, sufre, y come pan amasado con cenizas. Sale de sus tinieblas, mezclando a su amargura íntima, su celeste compasión. Se opone a las alianzas de reyes impíos, y anuncia la tempestad que desearía solamente mensajera de lluvia fecunda. Trueno, rayo, lágrimas, trae la nube : he ahí la hueste caldea. Jerusalén ar- de, su muro es arrasado, su templo destruido ; apenas se salva el Arca de la Alianza ; los pala- cios y las casas caen ; niños, ancianos y muje- res mueren ; los jóvenes marchan hacia los sau- ces del Chobar, a gemir el Super flumina Ba- bylonas...

Entonces el santo varón, respetado por Na- buzardan, general vasallo de Nabucodonosor, se retira a una caverna ; conmuévense sus entra-