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— 88 — vestíbulo. Algunos charcos enlodan el pavimen- to; y musgos salvajes, sobrenadan como nenú- fares sin flores. A la izquierda está el pórtico monumental. Restos de columnas de idéntica materia: que la roca, dan la sensación de que el peñasco se ablanda, se anima, y, espiritualiza- do, toma el contorno funéreo. Más que de un sepulcro expresa la idea de un templo : su dios subterráneo idealiza a la Muerte. En un friso bastante completo, la lluvia, diluyendo partícu- las de hierros invisibles, ha pintado manchas purpúreas. En el centro se ven racimos admi- rables, emblema de las uvas prometidas de Ca- naán : luego, triples palmas. Más abajo se enla- zan follajes y frutos, y los ornamentos hallan unidad en circulares escudos. Corona el todo una elegante cornisa. Los cipreses de la huerta ve- cina señalan el cielo con verdor sombrío, y los sicomoros pasando el muro, acarician las escul- pidas labores con verduras claras. Es hermoso aquel vestíbulo al aire libre : patio lleno de mu- tismo, acentuado por el rumor de las cisternas. No acuden los espectros de Judá, cuya leyenda de tumba ha sido destruida, pero la reina, vaga, de un país misterioso, roza el pensar en las