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las nieves del atrio. Las vidrieras de colores nos parecen de témpanos. ¡ Duro suplicio el de admirar en este infierno del polo! El templo evoca la mezquita de Córdoba : no por su forma, sino por las columnas y los arcos. Después, miramos con precisión. Lo componen tres recintos de círculos arquitectónicos. En los lienzos del fondo, varios versículos del Corán complican los mosaicos, al hacer de sus letras motivos de arabescos. A través de los capiteles bizantinos, de los fustes blancos y azules, de los ajimeces elegantes, las vidrieras forman penumbras de misterio. Sus cristales no tienen pinturas, muestran su natural color, y engastados en yesos, que cubren aros de hierro, refulgen como piedras preciosas, impregnándose de sus irradiaciones.

Sustentan la bóveda múltiples capiteles de otra columnata. En la cúpula, los más bellos mosaicos se incrustan en esculpidos cedros, que exhalan el olor de los cofres santos del Oriente. Según el marqués de Vogie, las decoraciones no encierran ningún simbolismo. Son extrañas fantaslas de los mosaiquistas bizantinos. En ellas, vasos preciosos de un laboratorio de fuego, piden para enlazar sus pies, espigas maduras