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== arañas colosales con cirios encendidos. Sobre las sillerías de los popes, refulgen medallones con los patriarcas de la Iglesia Griega. Luego, en bajos relieves de plata, aparecen escenas del Evangelio y pinturas ornamentales entre labo- res doradas: aquello produce la sensación de una flora tropical que tuviese por invernáculo una mina de oro. Los tronos de los patriarcas erigen ante las cúpulas del fondo la riqueza de sus mármoles. El altar termina el recinto, y la plaza de los oficios está oculta. Cubren su misterio pomposas columnas, bajos relieves co- ruscantes, y óleos con pedazos de cielo azul, entre rígidos bronces. Más alto que la compli- cación de los retablos, reina un sol, fuente de los cálidos rayos que impregnan las formas de la materia fría. Y sobre la gloria del astro, go- zando de su esplendor, se esculpen santos, sé- quito de una enorme cruz, hacia la cual extáti- cos querubes inclinan sus cabezas y levantan sus alas.

Al salir del templo griego, visitamos la ca- pilla de María Magdalena. Un altar evoca el sitio en que el Maestro pudo hablarla. Ningún comentario suple la hermosura de esa amistad

que consagró Jesús resucitado. La pecadora VISIÓN. —4