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un templo, y bajo sus bóvedas reposaron los restos de Godofredo y otros reyes latinos. En 1808 un incendio devoró la gran cúpula que cubría la capilla del Santo Sepulcro: fué re- puesta, no en mármol, sino en mampostería. La iglesia actual es, pues, la del obispo Modes- to, modificada, y en ella, según el marqués de Vogiie, autor de la obra más erudita sobre los monumentos de Jerusalén, se mezclan el estilo romano y la ojiva sarracena.
A su entrada, vigila constantemente, la guar- dia turca. Los superiores de los padres francis- canos, de los monjes griegos y de los armenios, tienen derecho a pedir su apertura, estando obligados a su vez a dar una retribución en pla- ta, café, carbón y cirios.
Transpuesto el pórtico encontramos la Un- ción. Se supone que en aquella parte de la roca, José de Arimatea y Nicodemo, amortajaron y embalsamaron el cuerpo de Jesús. Santa Elena ordenó que un mosaico cubriese la desnudez de la piedra. Cuando los franciscanos tomaron po- sesión oficial del Santo Sepulcro, el mosaico no existía. Lios georgios, en 1505, compraron el lugar a los musulmanes, y, según Lievin, el rescate costó a los cristianos 50.000 escudos.
