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procedió con ligereza : saltaron las piedras, se aplanó el paisaje; y el Calvario fué separado de las rocas de la tumba. Luego, se edificó una basílica. Eusebio, historiógrafo de Constantino, nos ha descrito el monumento. He aquí el pá- rrafo sintético que generalmente se cita, porque ' evoca su magnificencia : «Los muros, revestidos de los mármoles más bellos, sostenían un plafón de casetones dorados, cuyo efecto maravilloso producía el brillo de un mar de oro puro, res- plandeciente de luz.»
El rey de los persas, Cosroes II, en 614, en- tregó la basílica a las llamas. Más tarde, por la intervención de su mujer, Modesto, futuro obis- po de Jerusalén, levantó sobre los cuatro samn- tuarios, cuatro iglesias. Los árabes invadieron la ciudad, y Omar respetó los edificios; pero después los destruyó el califa Hakem. La nue- va reconstrucción se debió al mundo cristiano. Raúl Glaber pinta el concurso de peregrinos y la afluencia de presentes : mas sólo se pudo ter- minar por el tratado de los sucesores del califa, con los emperadores Miguel el Paleólogo y Cons- . tantino Monómaco. Adoptóse el antiguo plano de Modesto, es decir, el de múltiples santua- rios. Los Cruzados, en 1130, los reunieron en
