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de amor sacudió múltiple el mundo del espíritu. Le basta dar la“primacía a Pedro, y el resultado lógico de su misión, el nacimiento de la Iglesia, encuentra todo su curso. Bien sabía Jesús que el sistro y el salterio, la sambuca y la lira, iban a fundirse en el órgano.

Bien sabía, que sin entonar la loa de los balaústres de tino, de la púrpura del velo, de las ceras de Arabia, de los querubines de oro, iba en otros siglos la piedra a convertirse en torre, el madero en altar, el oro en mitra, la púrpura en palio, la cera en cristal, el cristal en ventana gótica. Bien sabía, que un beato de Florencia iba a llamarse Angélico, por sus ángeles. Bien sabía, que las rosas de un Bonfigli iban como cálices alados a buscar en sus nubes rocíos de esperanza. Bien sabía, que retablos inocentes iban a seducir la imaginación tierna de los niños, como la Adoración, del Correggio, o la Cena, de Leonardo, a cautivar la inteligencia madura del mundo. Meted en un granero cuadros, estatuas, objetos; abatid templos y catedrales, y preguntad con qué llenaréis veinte siglos de belleza. Grecia y Roma se filtran a través del Renacimiento, y la sangre pagana tiene por lumbre la Cruz, transformada en astro.