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el derecho de llorar», plasma, igualada a su marido, el fundamento de la sociedad. El amor se extiende en manifestaciones ciertas: se infiltra como en las savias de la creación, ofreciendo, junto a la fuente, la flor, el fruto y la sombra. La caridad, hace del hombre, algo más que un ser sociable: lo dado en bienes materiales, o consuelos, no se da al pobre o al doliente, sino al mismo Dios, término del perfeccionamiento. Luego, quien ama se vuelve digno de amor, y el círculo, cerrándose, toca la llave de la vida invisible. La libertad, matando el egoísmo, arranca también del amor, suprema luz de caridad: y existiendo una ley natural, superior a la voluntad del estado, todo código civil o político encarnará esa libertad, depurada en la letra como en el espíritu. Así se enderezarán las sendas torcidas, se igualarán las escabrosas, se terraplenarán los valles, y, sobre el paisaje se erguirá la Justicia, potente, y con más sombra que los cedros del Líbano. Todas las consecuencias nacen en el evangelio del Amor, y en el mundo nacerán mil consecuencias del Evangelio. Entre estertores agónicos se desploman los imperios arrastrando en el derrumbe leyes y doctrinas. Mata a Cristo un pre-

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