Página:Visión de paz (1915).pdf/30

Esta página ha sido validada
— 26 —

añade, en tono de explicación: «Un ángel había removido la piedra, y aquí lo vió María Magdalena». Y debía de ser «su aspecto como un relámpago, y su vestidura como la nieve»— añade otra voz que no es la del fraile. Queremos que se fije, y ya se ha ido, y no la podemos oir. ¿Por qué no vuelve a resonar la voz misteriosa?

Encorvamos la espalda y entramos en una estrecha celda. Al frente se dibujan dos cuadros: un Cristo sale de una tumba y vuela; otro, habla a una mujer en un jardín. Y raro nos parece que aquellas pinturas sean como todas las pinturas, y no resplandezcan por sí solas más que las lámparas y las estrellas.

Un paralelogramo de mármol surge del muro, semejante a un hendido sarcófago griego, pero sin colores ni bajos relieves. Habla el fraile: «Debajo está el Santo Sepulcro». Maquinalmente lo besamos. Es quizá el verdadero. Nos creemos en Buenos Aires, y soñamos con verlo un día, imaginando cómo será, y lo que ante él debe sentirse. Mucho debió de evocarle el Tasso al cantar las guerras de su conquista, entre la armonía de la voz de los ángeles: «Gloria a Dios en las alturas, paz a los hombres de