trozar los cementerios. El recinto de Omar, destaca sus mosaicos en el ángulo de Hinmón ; y los pequeños redondos techos semejan humildes acordes que van a estallar juntos en el esplendor de la mezquita. A la derecha nos absorbe el Santo Sepulcro : queremos concentrar el paisaje al decir adiós. No se advierten las tristezas de los baluartes ; se evaporan en las lejanías encendidas. No se siente el ajetreo de los hombres : sus odios, adormecidos en las claridades, se transforman en plegarias. Las promesas de la muerte adquieren las transparencias de la luz. La Basílica encierra el corazón de la ciudad ; y si una nube toca su cúpula, es para abrirse y tejer sobre el sepulcro los corpúsculos y los rayos de una cruz de oro. Así, entre el tumulto contemporáneo, evocaremos siempre a Jerusalén, con el significado propio de de su nombre : Visión de Paz.
FIN
