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LA ASCENSIÓN

En lo alto del Oliveto un oratorio franciscano cubre una curiosa piedra. Durante siglos estuvo enterrada ; en sus caras se ven imágenes. Aquí el Maestro monta el burro de la Pasión ; más allá un grupo de mujeres esgrime palmas ; y un hombre, subido a un olivo, les corta gajos. No sería extraño que la antigua reliquia determi- nase el sitio donde Jesús se reposó, antes de su entrada triunfal en Jerusalén. «Salve», proferi- mos, como los resucitados de Klopstock : «Sa- lud a quien la razón debe su antorcha divina y el sentimiento su fuego celeste.»

Luego bordeamos un cementerio, hasta una caverna sepulcral, tallada en la roca, construída en honor de los profetas. Lios judíos los habían