Página:Visión de paz (1915).pdf/28

Esta página ha sido validada
— 24 —

cendidos. Se abre ante nuestros ojos un templo extraño, una babel de construcciones grandes y pequeñas, cuya perspectiva no sugiere plan de arquitectura.

Nos dicen: «He aquí la piedra de la Unción». Imaginamos que José de Arimatea amortajó sobre ella el cuerpo del Maestro. Seis lámparas la alumbran con brillo de alabastro, entre cirios colosales.

Ascendemos la escalera de dos capillas: una, es griega; y otra, católica. Oímos una voz: «Bajo la plataforma está el Gólgota». Una reja permite vislumbrar la roca tal como quedó después de la divina agonía. Pero nada vemos en nosotros mismos. Sensaciones que no resultan, ideas que no nacen, ausencia de sensibilidad y de memoria. Buscamos rehacer el pasaje concerniente de la Pasión: inútil. Hemos leído la noche anterior el Evangelio de San Mateo, y se nos antoja libro nebuloso, hojeado en otra existencia. Nos esforzamos por evocar los Calvarios célebres de Madrid, de Roma, de Venecia, de Amberes: el realismo español, el esplendor veneciano, el sentimiento ingenuo de los primitivos, todas las inspiraciones del color, no pasan de afligentes tinieblas. Los crucifijos