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— 28 — cerrándome el teatro de Pompeyo. He oído una voz lamándome desde las puertas del Mauso- leo. Y anoche fuí sacrificador en un gran holo- causto. Las becerras eran blancas. Júpiter de- seaba una con corazón, y mi cuchillo, al abrir los pechos, encontraba el vacío. Ahora compren- do. ¿Eres tú quien va a robarme el corazón del pueblo? ¿Cómo te llamas, hombre prodigioso ?» «Mi nombre—repliqué—es Dolor.»

»Un rayo de cólera agitó el concurso. Nerón bajó los ojos. Como sordo trueno llegaba la in- quietud de la curiosidad popular. «Responde— prorrumpió un prefecto,—¿mo comprendes que nosotros somos más fuertes que los tigres ?»

»—Mi vida no me pertenece, ni es vuestra— tal dije ; pero Mesalina gritó, entonces : «Yo he asistido a una predicación ; imita al Cristo.»

.»Oyendo aquel nombre palidecí :—«No nom- bréis a mi enemigo»—repuse.

»—¡ Ah !|—murmuró el emperador,—¿no es él el que te salva ?

—+$Í, pero para sacrificarme : para volverme al suplicio; quise engañarlo con una falsa con- versión. Creí poder morir entre los cristianos y soy judío.

»El círculo de mantos y de togas se estrechaba,