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tuas de los Césares, y de atletas y artistas vence- dores de batallas y de juegos ; los Rostros y las tribunas militares con banderas y escudos ; ful- glan sobre palacios superpuestos a templos, de- bajo de otros templos erigidos sobre palacios, en asalto de blancura inmóvil al blancor movi-

ie de las nubes. Y las.nubes nimbaban las fren- tes de las últimas Victorias, mientras el sol del cielo parecía creación de Roma, para encender el alma de la ciudad vuelta mármol eterno...

»A la tarde el gentío se estremeció encrepado entre los muros. Senadores, patricios, mercade- res, legionarios, sacerdotes, pueblo, formaban procesiones en torno de los holocaustos hu- meantes. Se comentaban los jardines de Nerón y sus antorchas vivientes. Los cristianos, ar- diendo en brea, habían iluminado, entre el jú- hilo de las orgías, el lago que imitaba el mar, los viñedos, y los trigales.

»Al día siguiente íbase a celebrar en el circo copiosa matanza, para encanto de Roma y es- carmiento de los pérfidos. Estos, al mismo tiem- po, interesaban la atención de algunos filósofos, pues, incorruptibles, veían correr la sangre hermana, con la impavidez con que mirariían destilar las uvas del monte nativo. ¡Ah! bien