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enderezan, y las capuchas caen. De una cisterna del patio, un soldado extrae agua. En un rincón, la guardia, ríe, bromea en lengua turca, y fuma sus kailanes.

Jesús, seguido de hombres en armas, y de todo el Sanedrín, llegó al Pretorio. Pilatos, que odiaba a los judíos, no se dejó imponer, y de juez se transformó en abogado. Era la lucha de un gentil contra Israel : la sentencia se había dado en forma que Renán clasifica el crimen de una nación.

Los israelitas se preparaban para comer la Pascua, temieron contaminarse, y no entraron al Lithostrotos ; el pretor, lleno de fastidio, salió fuera del palacio.

Interrogó a Cristo y dijo a los príncipes de los sacerdotes y a la multitud : «Ningún delito hallo en este hombre.»

Los acusadores insistieron : «Alborota al pueblo con su doctrina, que esparce por toda la Judea, desde la Galilea hasta aquí.»

Pilatos imaginó un recurso político. Herodes, su enemigo, estaba en las fiestas de Jerusalén : siendo Jesús galileo, podía enviárselo, declinando en la jurisdicción de nacimiento. Así, tam-