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2 rizonte, quizá dijo el Maestro 4 los discípulos : «Levantaos ; el que me ha de entregar está Cerca.»

Tan cerca, que ya entre los troncos y las ti- nieblas, las antorchas arrancan reflejos a las laxzas. La cohorte del pretor acompaña a los alguaciles de los pontificios. Cristo, pregunta : «¿A quién buscáis?» Le responden : «A Jesús Nazareno». El Señor, dice: «Yo soy». Ellos vuelven el rostro y caen en tierra. Mas Judas no pierde su sangre fría y besa a la víctima. No ha perdido tampoco la voz, y prorrumpe: «Maestro, Dios te guarde». Simón Pedro tira de su espada y hiere a Malco. Jesús le reprende, y se dirige a los enviados de los escribas, sacer- dotes y ancianos : «¿Como a ladrón habéis sali- do a prenderme con armas? Cada día estaba enseñando en el templo y no me tomasteis. Mas esto es para que se cumplan las Escrituras.»

Los apóstoles huyen amedrentados; y un mancebo del grupo, que los sayones quieren asir, suelta una sábana y corre desnudo. El preso marcha a la casa del príncipe de los sacer- dotes. Lias antorchas se van : invaden las tinie- blas : y aún hoy, en la mañana, domina el pa- vor de aquella noche. Lia brisa estremece las